lunes, 2 de febrero de 2009

Ya es hora de levantarse, amor, le dije.

























XIX

Ya es hora de levantarse, amor, le dije.
Se te suelen pegar las sábanas,
y luego pasas el día entre bostezos.
¿Te sientes cansado?
¿Te encuentras viejo?

El corazón hace tiempo
que sólo sirve para inundarnos el pecho,
al repasar la lista de la lotería,
o al sufrir un examen.

Conviene reservarlo
para que no se estropee. Tenerlo engrasado y limpio,
apartado de nosotros cuando amemos,
sacarlo al sol de vez en cuando,
y encerrarlo bien de noche para que no se escape.

Es un mal bicho este bichito de nuestro pecho,
al que hay que educar desde pequeño
con sabias y prudentes máximas,
no darle demasiado dinero,
y enseñarlo a mirar con modestia.

A las mujeres las saludará
con una leve inclinación de cabeza,
sin mirarlas de frente,
por el peligro que supone
encontrarse al volver a casa
encinas en vez de algarrobos,
en vez de gayombas pitas,
que en vez de pájaros cantan dulces serpientes en los arboles.


José Antonio Muñoz Rojas.
Este amor. Ardiente jinete 1931.

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