jueves, 7 de marzo de 2013

A CÁDIZ




Tras navegación penosa
por una mar alterada
te presentaste a mis ojos,
lucero de las Españas!
Y a la claridad dudosa
que vierte en pos la alborada
me pareciste salida
improviso de las aguas.
¡Salud, plantel de recuerdos,
antemural de la patria,
salud, oh Cádiz famosa
por tu brío y por tus damas!
De Santa Cruz de Tinerfe
al alejarme, vagaban
por mi ardiente fantasía
tus sombras tornasoladas;
esa rica vestidura
con que te ciñó la fama,
y que tiendes en las olas,
cual si fueras su sultana.
Al verte sentí el influjo
que ejerces sobre las almas,
y absorto quedé mirando
mi ilusión ya realizada...

¡Oh, qué bella al navegante
te muestras, Cádiz la clara,
en el perfil del Océano
adormida, recostada!
Quién te cree una Nereida;
quién se figura una maga;
quién la diosa del combate
ve en ti, Cádiz la bizarra;
quién a Venus en la mente
con su séquito de gracias
se forja, cual tú nacida
de las espumas rizadas...
Pero yo que allá dejé
de Santa Cruz en las playas
hijos y esposa... pedazos
del corazón... ¡Oh gitana!
Yo te contemplé a la lumbre
de la aurora nacarada,
no cual la diosa de amores,
no cual deidad de las armas,
mas sí como tierna amiga
que los brazos me alargaba,
para reponer mis fuerzas
por el viaje quebrantadas.
¡Bendita seas!... En breve
de peregrino la marcha
volveré a emprender, dejando,
como dejé las Canarias,
tus paseos concurridos,
tus hermosuras galanas,
tus flores, tu argentería,
tus balcones, tus murallas...
Pero en Sevilla... la perla
de Andalucía nombrada,
en Madrid... donde la corte
esparce todas sus galas,
do quier que el paso dirija,
do quier fije mis miradas,
recordaré tus hechizos,
ciudad, hija de las aguas,
y bendeciré de nuevo
tus brisas hospitalarias! 




Cádiz, Junio de 1851.

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