domingo, 22 de diciembre de 2013

Ella




Ella
Acecha en los crepúsculos de Turner...
J.L. BORGES
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Crece el rojo centauro de cuernos de oro.
Nubes sangrientas queman el cobre macizo de las montañas.
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El mar sofoca el sueño interminable, hiere la niebla
Con malvados esplendores.
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El ocaso ya se impone, como un milagro, y enferma
La soledad de las postales.
El ala salvaje entre las ramas
Rompe su vuelo con violeta salvaje.
La pupila distante entonces intenta su regreso.
Incesante en las secretas palabras que el tiempo
Acuñara en la piedra o en la nieve,
El crepúsculo es un dios de oro en un mundo oscuro.
Yo abro los ojos v brama el desierto
Desde sus magníficas arenas.
Yo no sov el crepúsculo, pero en mí está su esplendor.
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Sobre la hierba gris se elevan torres gigantescas.
El mar enciende sus vitr ales.
Por las paredes ardientes sube el color de mis ojos,
Tiembla el horizonte sobre el mármol amarillo como la cabellera
De una mujer,]
Empaña de esplendor los espejos y los recios
Árboles con sus antiguos cantos en las ramas.
¿Quién puede ser más feliz a esta hora en que duerme el cielo
Y sueña con magos y milagrerías?
De entre las cenizas de la tarde renacen tigres
Que al llegar la noche mueren con los ojos fijos en el mar.
Mira el paisaje donde habrás de morir un día,
Bajo este resplandor de cien espadas hallarás
El último rostro,
Los terribles colores, la hermosura infinita de los sueños
De aquellos que no sueñan, dispersa por las playas,
Y verás mi rostro encendido
Y amarás mi música
Y colocarás esta flor de fuego en tu pecho.
Los labios mortales dirán tu nombre con fulgor
En las palabras, William Turner.

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