VIEJO PAÍS |
Qué te puedo decir,
a ti, viejo País, que te yergues altivo sobre tu soledad. Tú que sabes del mar por lo que cuenta el viento y que escuchas las piedras bajo de ti, crepitar. Y que el cielo repite, al final de la tarde todo el gran horizonte donde te pierdes tú: Qué te puedo decir, a ti, mi viejo País. Tú que labras las manos de las gentes antiguas que ene l campo trabajan la simiente del pan, que con ojos cansados lloran por tanta ausencia como piedras y trenes les anuncian que hay. Y al final de sus vidas se cobijan ingenuos en el seno tremendo de tu vientre ancestral. Qué te puedo decir, a ti, mi viejo País. Qué te puedo decir a ti, viejo País, si tu barro me sabe al recuerdo infantil de juegos escondidos, olvidados en ti, en plazas, en callejas, en paisajes sin fin. A tu sed de paloma de barraca de feria y a ese secano humilde que te hace infeliz: Qué te puedo decir, a ti, mi viejo País. Tú que entre tus paredes guardas restos de historias con figuras de piedra sin corona y sin lid, tú, que aúpas el vientre de ese Ebro tremendo que te salva a diario de dejar de existir. Y que con ironía desprecias a los vientos que de tierras lejanas te quieren sonreír: Qué te puedo decir, a ti, mi viejo País. |
jueves, 19 de diciembre de 2013
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