¿Mi musa? Es un diablillo Con alas de ángel. ¡Ah, musilla traviesa, Qué vuelo trae!
Yo suelo, caballero En sueños graves, Cabalgar horas luengas Sobre los aires. Me entro en nubes rosadas Bajo a hondos mares, Y en los senos eternos Hago viajes. Allí asisto a la inmensa Boda inefable, Y en los talleres huelgo De la luz madre; ¡Y con ella es la oscura Vida, radiante, Y a mis ojos los antros Son, nidos de ángeles! Al viajero del cielo, ¿Qué el mundo frágil?; Pues ¿no saben los hombres Qué encargo traen? ¡Rasgarse el bravo pecho, Vaciar su sangre, Y andar, andar heridos, Muy largo el valle, Roto el cuerpo en harapos, Los pies en carne, Hasta dar sonriendo —¡No en tierra!— exánimes! Y entonces sus talleres La luz les abre, Y ven lo que yo veo: ¿Qué el mundo frágil? Seres hay de montaña, Seres de valle, Y seres de pantanos lodazales.
De mis sueños desciendo, Volando vanse, Y en papel amarillo Cuento el viaje. Contándolo me inunda Un gozo grave; Y cual si el monte alegre, Queriendo holgarse, Al alba enamorando Con voces ágiles, Sus hilillos sonoros Desanudarse, Y salpicando riscos, Labrando esmaltes, Refrescando sedientas Cálidas cauces, Echáralos risueños Por falda y valle; Así al alba del alma Regocijándose, Mi espíritu encendido Me echa a raudales Por las mejillas secas Lágrimas suaves. Me siento cual si en magno Templo oficiarse; Cual si mi alma por mirra Vertiese al aire; Cual si en mi hombro surgieran Fuerzas de Atlante, Cual si el sol en mi seno La luz fraguase; Y estallo, hiervo, vibro; ¡Alas me nacen!
Suavemente la puerta Del cuarto se abre, Y éntranse a él gozosos Luz, risas, aire. Al par da el sol en mi alma ¡Por la puerta se ha entrado Y en los cristales: Mi diablo ángel! ¿Qué fue de aquellos sueños, De mi viaje, Del papel amarillo, De llanto suave? Cual si de mariposas, Tras gran combate, Volaran alas de oro Por tierra y aire, Así vuelan las hojas Do cuento el trance. Hala acá el travesuelo Mi paño árabe; Allá monta en el lomo De su incunable; Un carcax con mis plumas Fabrica y átase; Un sílex persiguiendo Vuelca un estante, Y ¡allá ruedan por tierra Versillos frágiles, Brumosos pensadores. Lópeos galanes! De águilas diminutas Puéblase el aire: ¡Son las ideas, que ascienden, Rotas sus cárceles! Del muro arranca, y cíñese, Indio plumaje: Aquella que me dieron De oro brillante, Pluma, a marcar nacida Frentes infames, De su caja de seda Saca, y la blande; Del sol a los requiebros Brilla el plumaje, Que baña en áureas tintas Su audaz semblante. De ambos lados el rubio Cabello al aire, A mi súbito viénese A que lo abrace. De beso en beso escala Mi mesa frágil; ¡Oh, Jacob, mariposa, Ismaelillo, ¡árabe! ¿Qué ha de haber que me guste Como mirarle De entre polvo de libros Surgir radiante, Y, en vez de acero, verle De pluma armarse, Y buscar en mis brazos Tregua al combate? Venga, venga. Ismaelillo: ¡La mesa asalte, Y por los anchos pliegues Del paño árabe En rota vergonzosa Mis libros lance, Y siéntese magnífico Sobre el desastre, Y muéstrese sonriendo, Roto el encaje, —¡Qué encaje no se rompe En el combate!— Su cuello, en que la risa Gruesa onda hace! ¡Venga, y por cauce nuevo Mi vida lance, Y a mis manos la vieja Péñola arranque, Y del vaso manchado La tinta vacié! ¡Vaso puro de nácar: Dame a que harte Esta sed de pureza Los labios cánsame! ¿Son éstas que lo envuelven Carnes, o nácares? La risa, como en taza De ónice árabe, En su incólume seno Bulle triunfante: ¡Hete aquí, hueso pálido, Vivo y durable! ¡Hijo soy de mi hijo! ¡Él me rehace!
¡Pudiera yo, hijo mío, Quebrando el arte Universal, muriendo, Mis años dándote, Envejecerte súbito, La vida ahorrarte! Mas no ¡que no verías En horas graves Entrar el sol al alma Y a los cristales! Hierva en tu seno puro Risa sonante; Rueden pliegues abajo Libros exangües; Sube, Jacob alegre, La escala suave; Ven, y de beso en beso Mi mesa asaltes: ¡Pues ésa es mi musilla, Mi diablo ángel! ¡Ah, musilla traviesa, Qué vuelo trae!
|