miércoles, 1 de febrero de 2012

Londres



Vago sin fin por las censadas calles,
junto a la orilla del censado Támesis,
y en cada rostro que me mira advierto
señales de impotencia, de infortunio.
En cada grito Humano,
en cada chillido Infantil de miedo,
en cada voz, en cada prohibición,
escucho las cadenas forjadas por la mente:
y escucho cómo el grito del Deshollinador
hace palidecer las oscuras Iglesias,
y el dolor del Soldado infortunado
ensangrienta los muros de Palacio.
Pero, al fin, en las calles de medianoche escucho
cómo la maldición de la joven Ramera
deseca el llanto del recién nacido,
y asola la carroza fúnebre de los Novios.
Trad. Jordi Doce

London
I wandered through each chartered street,
Near where the chartered Thames does flow,
A mark in every face I meet,
Marks of weakness, marks of woe.
In every cry of every man,
In every infant’s cry of fear,
In every voice, in every ban,
The mind-forged manacles I hear:
How the chimney-sweeper’s cry
Every blackening church appals,
And the hapless soldier’s sigh
Runs in blood down palace-walls.
But most, through midnight streets I hear
How the youthful harlot’s curse
Blasts the new-born infant’s tear,
And blights with plagues the Marriage hearse.

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