lunes, 8 de febrero de 2016

EN AQUEL TIEMPO





Yo tuve el corazón capaz de lluvia.
Ocurría febrero con sus alas
y el tiempo digital nos puso juntas
las manos y los ojos y los cuerpos:
toda la tierra que el amor excusa.

Igual que el viento en las banderas altas
se comportó en nosotros esta música.

Me fui quedando acompañado y cierto,
entendido en los bosques de mi jungla,
leñador orgulloso de raíces
que no debieron nunca estar ocultas.
Lo de siempre se puso a ser distinto:
el mar entero cupo en una urna,
el hielo de los vasos provenía
de una lejana nieve, nuestra y única,
mis manos migratorias se quedaron
a vivir en tu tierra más profunda
y en mi boca, de siempre descontenta,
dimitían de pronto las preguntas.

Presenciadas por dos cambian las torres,
la muerte aplaza sus gestiones últimas
y estar vivo se agita y condecora.
La muerte debe ser como un espejo
donde uno mira y mira sin ver nunca.
Ven cerca. Más. Que entre los dos no quepa
ninguna muerte ni ninguna duda.
Te hablo desde febrero y desde siempre:
sabemos del amor por lo que alumbra,
por lo que tuerce y acrecienta y rige,
por su forma de andar en la penumbra...
Y así, sobre semanas perseguidas
izamos con esfuerzo nuestra alma. 

martes, 2 de febrero de 2016

Cardos





Junto a la vía muerta, cubierta ya de yedra, las
sillas remueven las aneas.
La madre, con el pecho estirado que termina
en pezón o pasa malagueña, busca ansiosa la boca que 
le revuelva toda.
El hombre, sudoroso, jadeante arranca los ras-
trojos. Las axilas le sudan y hacen estalactitas en la
negra camisa.
La guerra ha terminado y un albor de cartillas,
cupones, de cucharas ancladas a la calle del Ancla,
anuncian las palomas sin laureles en picos.
La madre se rebulle, canta, la voz se le ha 
sumido y adentro en las cavernas las tripas gorgo-
jean.
El niño escupe leche y la abeja vencida rebusca
las vivencias vertidas de la madre.
La madre no es mujer, ni árbol, ni apenas
paisaje. Atada está al terruño secano, esclavizada
toda, como si fuera nada.
Las estrellas se rompen frente a un mar tarta-
mudo.
Las barcas hacen sombra y los viejos marinos
arañan a las redes.
El viento seca el pecho vencido, agotado. Y en
la camisa negra el sudor se hace gris y la sal deja
huella.
Por fin, la gota sale, blanquecina, las grietas se
revientan y un gozoso lamento enternece a los 
cardos.

lunes, 1 de febrero de 2016

El desocupado




Vale lo que su sueño:
lo que pueda valer lo que no sirve.

Vive en un pueblo de preguntas
con torres encendidas
y campanas que tocan siempre solas.
Un pueblo con un río y una casa
y un aire justo para respirarse.

Sin tener que moverse
ha visto, boca arriba, al techo constelado
y al eclipse fatal de la bombilla
que el sueño trae.

Mirando la expansión de la gotera
le vio la cara a la pobreza...

Sin salir a la calle, 
solamente asomándose a la puerta
ha visto
la luminosa raza de los amaneceres,
el crepúsculo y toda su comitiva de colores,
la noche y sus insignias.

Sólo el desocupado
sabe que la pereza es habitable,
que estar tendido tiene parques, puentes,
lunas, caminos cortos entre pinos...

Acaso nadie
se dé más cuenta de la vida.