LA INQUIETUD |
¿Qué es, pues, lo que me turba y qué es lo que me espera?
En el pueblo, me aburro; me apena la ciudad. Los goces de mi edad no me alivian el tiempo que nunca se acelera. No ha mucho, la amistad, la estudiosa virtud, llenaban, sin esfuerzo, mis ocios apacibles. ¿Qué objeto tendrán mis deseos indecibles? Lo ignoro y lo persigo con creciente inquietud. Si para mí la dicha no era la alegría, y hoy, teniendo las lágrimas igual que la locura, si tampoco la encuentro en mi melancolía, ¿dónde hallar la ventura? |
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jueves, 9 de octubre de 2014
miércoles, 12 de febrero de 2014
Renunciamiento.
Renunciamiento. |
Perdonadme, Señor, mi semblante afligido;
bajo la feliz frente colocasteis las lágrimas: de tus dones, Señor, es el que no he perdido. Don menos codiciado, quizá sea el mejor. Yo ya no he de morir en vínculos de encanto; os los devuelvo todos, ¡ay, adorado Autor para mí sólo tengo la sal que deja el llanto! A los niños las flores, a la mujer la sal; para que limpiéis mi vida he de entregaros, cuando esta sal, Señor, lave mi alma, lustral, volvedme el corazón, para siempre adoraros. Toda extrañeza mía del mundo de ha extinguido y se despidió el alma dispuesta a volar para alcanzar el fruto, al misterio cogido, que la púdica Muerte sólo ha de cosechar. Señor, con otras madres sé tierno mientras tanto, por la tuya y por lástima de esta pena que ves... Bautízales los hijos con nuestro amargo llanto y levanta a los míos caídos a tus pies. |
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