lunes, 10 de octubre de 2011

AL OTOÑO


I

Estación de neblinas y madurez frutal,
gran amiga del sol que todo lo madura;
conspirando con él cargar y bendecir
las viñas que rodean los trechos de bágalo,
encorvar las manzanas de los árboles musgosos
y llenar hasta dentro la madurez de la fruta;
hinchar la cabezada , rellenar la avellana
de un dulce corazón, hacer abrirse más
flores tardías para abejas: que piensen
que los días calientes nunca van a cesar,
pues rebosas verano sus celdas pegajosas.

II

¿Quién, entre sus tesoros, no han visto a menudo?
A veces quien se marcha te encuentra descansando
sin cuidado en algún tejado de granero,
con el pelo agitado del viento de la trilla,
o durmiendo en un surco a medio cosechar,
o, ebrio de los vapores de las adormideras,
mientras tu hoz deja a salvo la siguiente gravilla:
como una espigadora, llevas en la cabeza
tu carga bien derecha al cruzar el arroyo:
o al lado de las prensas de sidra, con paciencia,
observas, horas y horas, el rezumar final.

III

¿Dónde están las canciones de la primavera? ¿Dónde?
Tú no pienses en ellas: también tienes tu música
mientras flores listadas florecen el ocaso
y tocan los rastrojos con un matiz rosado;
entonces, en un coro quejoso, los mosquillos
gimen entre los sauces de la orilla, subiendo
o bajando, según la brisa vive o muere;
y las ovejas balan desde el cauce del cerro;
canta el grillo y ahora con su suave voz triple,
el petirrojo silva desde un rincón del huerto,
y chillan golondrinas juntándose en los cielos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario