domingo, 23 de octubre de 2011

¡SI PUDIERA CALLAR!




¡Si pudiera callar! Pero no puedo,
pero no querré nunca. Mira: lucen
sangre las sienes; al hablar traducen
sangre por la palabra. Con denuedo
hablaré con su lengua, con la mía,
en el coro de heridos graves. ¡Cómo
llevan razón, levantan sobre el plomo
de las alas la nueva melodía!
No me puedo callar ya más. No vale
para imponer silencio el latigazo
que me cruza la boca. Se alza, sale
la luz, tu luz, su luz, la luz de tanto
como escupiera sangre. Por mi brazo
mis venas llevan ríos con su llanto.
La madre, 1958.

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