Erguido entre la sombra de la noche, cultor de un rito antiguo, donde el sol y el amor se mezclan mutuamente. Adorador de gemas, mirando arder la extraña combustión de un ritmo raro, envuelto en la belleza, a punto de entrar ya en el éxtasis mágico de bailarinas y derviches, sedosa la piel de bronce, negros los ojos, y negro cabello lentamente cayendo por la frente; Heliogabalo, emperador muchacho, levantado y altivo, ardoroso el cuerpo y la mirada, todo bronce y fulgor, perfecta estatua viva, o pasión envuelto en la belleza, desde esta noche que es hoy, ayer, presente antiguo… *** La belleza juega, vivaz, con máscaras. Se viste con disfraces. De ayer hace hoy, de ahora levanta, atrevida, pasados y mañanas. Nos confunde en su juego. Nos invade con brillos desconocidos. Nos enseña piedras nuevas. Deroga el tiempo.. Nos sume en su vórtice fatal, para golpearnos como el amor, nos hace sangrar, y habla, retórica, de carbunclos que queman y rubíes… La belleza es la piedra que lanzó David con su honda, que todavía llega engañadora y feliz, como de oro desde allá, desde el remoto origen atravesando tiempo fugaz y tiempos sucesivos. Luis Antonio de Villena |
jueves, 5 de enero de 2012
Hechizo de presencia viva
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