sábado, 24 de marzo de 2012

La palabra



Seas quien seas, pasa
y acomódate en mí.

Yo soy el poeta,
no un hacedor de versos,
sino torcedor de palabras.
Las creo y las destruyo.

Es la palabra, Dios.
La eternidad, su tiempo.
El cielo y el infierno una risa de su llanto.

La palabra es mi aliada.
No la pido, la exijo.
No la busco, me encuentra.
No la llamo, se adentra por mis huesos
a manera de tuétano
que salva o mortifica,
según le dé.

A Dios le dio el milagro del “hágase la luz”
La luz fue la palabra
-la palabra será siempre del poeta,
también la luz-
después llegaron los pronombres, los adjetivos,
el hombre, la mujer y la serpiente,
el deseo y la voz.

Has llegado en la noche
disfrazada de sol,
pero sé de tu sombra.

Eres hija del frío
y del mal y del bien.
No conoces pudor
y desatas tu lengua
cuando sabes que frágil
goza el hombre en tu coito.
Esclavo ya de ti, arrodilla su cuerpo
y exclama que eres carne de su carne.

¡Hágase en mí!, pronuncia el siervo,
y te regalas o vendes,
pero siempre tú vences en la puesta
del astrodiós que habita en el hombre,

(De “Sueltos” de José García Pérez)

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