Nacimos entre espigas y olivares. El uno esperó al otro en la lactancia, y en el primer pinito de la infancia ya escribimos comedias y cantares. Después… libros y novias y billares —¡memorias que iluminan la distancia!—; luego… una juventud, cuya fragancia envenenan agobios y pesares. Fuimos… cuanto hay que ser: covachuelistas, estudiantes, “diablillos”, editores, críticos, “pintamonos”, retratistas… Y hoy como ayer, sencillos escritores que siguen, a la luz de sus conquistas, sembrando sueños por que nazcan flores. Hnos Alvarez Quintero |
lunes, 19 de diciembre de 2011
Autobiografías
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