En aquel tiempo un joven se acercó a Jesús entre a turba. Por sus ropas y el uso de su hablar supieron todos que era de otra tierra. —Señor, ¿qué haré para salvarme? —Sé puro. (¡Oh, lecho sosteniendo barro y llama, airadas ingles, lucha sin fin; azada y cúpula!). El joven contestó: —Señor, soy puro; ¿basta con eso? Y Jesús: —Deja tus riquezas y sígueme. (¡Palacios, terciopelos y jardines, vino en cristal tallado, joyas para el honor o la delicia, seguridades de color púrpura!). Y el joven contestó: —Soy rico, pero todo lo dejaría, bien lo sé, por Ti. Jesús lo miró dulcemente. Le preguntó: —¿En qué país naciste? —Señor —respondió el joven—, nací en España. Y Jesús: —Deja a España y sígueme. (¡La estrella, el patio y el silencio, la roca entre el olor de la maleza, la piel herida de la madre, la entraña y la esperanza y el clavel, llaga de amor con desamor basada, patria de fe, glorioso madero!). El joven volvió sobre sus pasos, bajó la frente y empezó a llorar. |
sábado, 17 de diciembre de 2011
Evangelio del día
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