martes, 18 de octubre de 2011

Como llenarte, soledad


Cómo llenarte, soledad, 
sino contigo misma... 

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra, 
quieto en ángulo oscuro, 
buscaba en ti, encendida guirnalda, 
mis auroras futuras y furtivos nocturnos, 
y en ti los vislumbraba, 
naturales y exactos, también libres y fieles, 
a semejanza mía, 
a semejanza tuya, eterna soledad. 

Me perdí luego por la tierra injusta 
como quien busca amigos o ignorados amantes; 
diverso con el mundo, 
fui luz serena y anhelo desbocado, 
y en la lluvia sombría o en el sol evidente 
quería una verdad que a ti te traicionase, 
olvidando en mi afán 
cómo las alas fugitivas su propia nube crean. 

Y al velarse a mis ojos 
con nubes sobre nubes de otoño desbordado 
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos, 
te negué por bien poco; 
por menudos amores ni ciertos ni fingidos, 
por quietas amistades de sillón y de gesto, 
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma, 
por los viejos placeres prohibidos 
como los permitidos nauseabundos, 
útiles solamente para el elegante salón susurrado, 
en bocas de mentira y palabras de hielo. 

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona 
que yo fui, 
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones; 
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, 
limpios de otro deseo, 
el sol, mi dios, la noche rumorosa, 
la lluvia, intimidad de siempre, 
el bosque y su alentar pagano, 
el mar, el mar como su nombre hermoso; 
y sobre todo ellos, 
cuerpo oscuro y esbelto, 
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía, 
y tú me das fuerza y debilidad 
como el ave cansada los brazos de la piedra. 

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje, 
oigo sus oscuras imprecaciones, 
contemplo sus blancas caricias; 
y erguido desde cuna vigilante 
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres, 
por quienes vivo, aún cuando no los vea; 
y así, lejos de ellos, 
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres, 
roncas y violentas como el mar, mi morada, 
puras ante la espera de una revolución ardiente 
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo 
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista. 

Tú, verdad solitaria, 
transparente pasión, mi soledad de siempre, 
eres inmenso abrazo; 
el sol, el mar, 
la oscuridad, la estepa, 
el hombre y su deseo, 
la airada muchedumbre, 
¿qué son sino tú misma? 

Por ti, mi soledad, los busqué un día; 
en ti, mi soledad, los amo ahora.

lunes, 17 de octubre de 2011

EL PORQUÉ DE LAS PALABRAS



No tuve amor a las palabras;
si las usé con desnudez, si sufrí en esa busca,
fue por necesidad de no perder la vida,
y envejecer con algo de memoria
y alguna claridad.
Así uní las palabras para quemar la noche,
hacer un falso día hermoso,
y pude conocer que era la soledad el centro de este mundo.
Y sólo atesoré miseria,
suspendido el placer para experimentar una desdicha nueva,
besé en todos los labios posada la ceniza,
y fui capaz de amar la cobardía porque era fiel y era digna del hombre.
Hay en mi tosca taza un divino licor
que apuro y que renuevo;
desasosiega, y es
remordimiento;
tengo por concubina a la virtud.
No tuve amor a las palabras,
¿cómo tener amor a vagos signos
cuyo desvelamiento era tan sólo
despertar la piedad del hombre para consigo mismo?
En el aprendizaje del oficio se logran resultados:
llegué a saber que era idéntico el peso del acto que resulta de lenta reflexión y
[el gratuito,
y es fácil desprenderse de la vida, o no estimarla,
pues es en la desdicha tan valiosa como en la misma dicha.
Debí amar las palabras;
por ellas comparé, con cualquier dimensión del mundo externo:
el mar, el firmamento,
un goce o un dolor que al instante morían;
y en ellas alcancé la raíz tenebrosa de la vida.
Cree el hombre que nada es superior al hombre mismo:
ni la mayor miseria, ni la mayor grandeza de los mundos,
pues todo lo contiene su deseo.
Las palabras separan de las cosas
la luz que cae en ellas y la cáscara extinta,
y recogen los velos de la sombra
en la noche y los huecos;
mas no supieron separar la lágrima y la risa,
pues eran una sola verdad,
y valieron igual sonrisa, indiferencia.
Todos son gestos, muertes, son residuos.
Mirad al sigiloso ladrón de las palabras,
repta en la noche fosca,
abre su boca seca, y está mudo.
Insistencias en Luzbel, 1977.

domingo, 16 de octubre de 2011

Epitafio de un poeta





Quiso cantar, cantar 
para olvidar 
su vida verdadera de mentiras 
y recordar 
su mentirosa vida de verdades.



Octavio Paz

sábado, 15 de octubre de 2011

SOBRE LA CIGARRA Y EL GRILLO




























Jamás la poesía de la tierra se extingue:
cuando a todos los pájaros abate el sol ardiente
y ocúltanse en fresdores de umbría, una voz corre
de seto en seto, por prados recién segados.
En la de la cigarra. El concierto dirige
de la pompa estival y no se sacia nunca
de sus delicias, pues si le cansan sus juegos,
se tumba a reposar bajo algún junco amable.
En la tierra jamás la poesía cesa:
cuando, en la solitaria tarde invernal, el hielo
ha labrado el silencio, en el hogar ya vibra
el cántico del grillo, que aumenta sus ardores,
y parece, al sumido en somnolencia dulce,
la voz de la cigarra, entre colinas verdes.

Versión de Màrie Montand

viernes, 14 de octubre de 2011

NOS RECIBEN LAS CALLES CONOCIDAS



Nos reciben las calles conocidas
y la tarde empezada, los cansados
castaños cuyas hojas, obedientes,
ruedan bajo los pies del que regresa,
preceden, acompañan nuestros pasos.
Interrumpiendo entre la muchedumbre
de los que a cada instante se suceden,
bajo la prematura opacidad
del cielo, que converge hacia su término,
cada uno se interna olvidadizo,
perdido en sus cuarteles solitarios
del invierno que viene. ¿Recordáis
la destreza del vuelo de las aves,
el júbilo y los juegos peligrosos,
la intensidad de cierto instante, quietos
bajo el cielo más alto que el follaje?
Si por lo menos alguien se acordase,
si alguien súbitamente acometido
se acordase... La luz usada deja
polvo de mariposa entre los dedos..

jueves, 13 de octubre de 2011

Dans ma péniche

Quiero vivir cuando el amor muere; 
muere, muere pronto, amor mío. 
Abre como una cola la victoria purpúrea del deseo, 
aunque el amante se crea sepultado en un súbito otoño, 
aunque grite: 
Vivir así es cosa de muerte. 

Pobres amantes, 
clamáis a fuerza de ser jóvenes; 
sea propicia la muerte al hombre a quien mordió la vida, 
caiga su frente cansadamente entre las manos 
junto al fulgor redondo de una mesa con cualquier 
triste libro 
pero en vosotros aún va fresco y fragante 
el leve perejil que adorna un día al vencedor adolescente. 
Dejad por demasiado cierta la perspectiva de alguna nueva 
tumba solitaria. 
Aún hay dichas, terribles dichas a conquistar bajo la luz 
terrestre. 
Ante vuestros ojos, amantes, 
cuando el amor muere, 
vida de la tierra y la vida del mar palidecen juntamente; 
el amor, cuna adorable para los deseos exaltados, 
los ha vuelto tan lánguidos como pasajeramente suele 
hacerlo 
el rasguear de una guitarra en el ocio marino 
y la luz del alcohol, aleonado como una cabellera; 
vuestra guarida melancólica se cubre de sombras 
crepusculares 
todo queda afanoso y callado. 

Así suele quedar el pecho de los hombres 
cuando cesa el tierno borboteo de la melodía confiada, 
y tras su delicia interrumpida 
un afán insistente puebla el nuevo silencio. 

Pobres amantes, 
¿de qué os sirvieron las infantiles arras que cruzasteis, 
cartas, rizos de luz recién cortada, seda cobriza o negra 
ala? 
Los atardeceres de manos furtivas, 
el trémulo palpitar, los labios que suspiran, 
la adoración rendida a un leve sexo vanidoso, 
los ay mi vida y los ay muerte mía, 
todo, todo, 
amarillea y cae y huye con el aire que no vuelve. 

Oh, amantes, 
encadenados entre los manzanos del edén, 
cuando el amor muere, 
vuestra crueldad; vuestra piedad pierde su presa, 
y vuestros brazos caen como cataratas macilentas, 
vuestro pecho queda como roca sin ave, 
y en tanto despreciáis todo lo que no lleve un velo funerario, 
fertilizáis con lágrimas la tumba de los sueños, 
dejando allí caer, ignorantes como niños, 
la libertad, la perla de los días. 

Pero tú y yo sabemos, 
río que bajo mi casa fugitiva deslizas tu vida experta, 
que cuando el hombre no tiene ligados sus miembros 
por las encantadoras mallas del amor, 
cuando el deseo es como una cálida azucena 
que se ofrece a todo cuerpo hermoso que fluya a 
nuestro lado, 
cuánto vale una noche como ésta, indecisa 
entre la primavera última y el estío primero, 
este instante en que oigo los leves chasquidos del bosque 
nocturno. Conforme conmigo mismo y con la indiferencia 
de los otros, 
solo yo con mi vida, 
con mi parte en el mundo. 

Jóvenes sátiros 
que vivís en la selva, labios risueños 
ante el exangüe Dios cristiano, 
a quien el comerciante adora para mejor cobrar 
su mercancía 
pies de jóvenes sátiros, 
danzad más presto cuando el amante llora, 
mientras lanza su tierna endecha 
de: Ah, cuando el amor muere. 
Porque oscura y cruel la libertad entonces ha nacido; 
vuestra descuidada alegría sabrá fortalecerla, 
y el deseo girará locamente en pos de los hermosos 
cuerpos que vivifican el mundo un solo instante.

miércoles, 12 de octubre de 2011

APUNTES DE UNA VIDA, INDICIOS…


Apuntes de una vida, indicios
de otra, si alguien me lee acaso
en este espejo torpe
verá su propio rostro.
Suicidios y otras muertes, 1974, póstumo.

martes, 11 de octubre de 2011

AL CLAROSCURO



A ti, nocturno, por la luz herido,
luz por la sombra herida de repente;
arrebatado, oscuro combatiente,
claro ofensor de súbito ofendido.

A ti, acosado, envuelto, interrumpido,
pero de pie, desesperadamente.
Si el día tiembla, tú, noche valiente;
si la noche, tú, día enardecido.

A ti, contrario en busca de un contrario,
adverso que al morder a su adversario
clava la sombra en una luz segura.

Tu duro batallar es el más duro:
claro en la noche y por el día oscuro.
A ti, Rembrandt febril de la Pintura.

De «A la pintura»

lunes, 10 de octubre de 2011

AL OTOÑO


I

Estación de neblinas y madurez frutal,
gran amiga del sol que todo lo madura;
conspirando con él cargar y bendecir
las viñas que rodean los trechos de bágalo,
encorvar las manzanas de los árboles musgosos
y llenar hasta dentro la madurez de la fruta;
hinchar la cabezada , rellenar la avellana
de un dulce corazón, hacer abrirse más
flores tardías para abejas: que piensen
que los días calientes nunca van a cesar,
pues rebosas verano sus celdas pegajosas.

II

¿Quién, entre sus tesoros, no han visto a menudo?
A veces quien se marcha te encuentra descansando
sin cuidado en algún tejado de granero,
con el pelo agitado del viento de la trilla,
o durmiendo en un surco a medio cosechar,
o, ebrio de los vapores de las adormideras,
mientras tu hoz deja a salvo la siguiente gravilla:
como una espigadora, llevas en la cabeza
tu carga bien derecha al cruzar el arroyo:
o al lado de las prensas de sidra, con paciencia,
observas, horas y horas, el rezumar final.

III

¿Dónde están las canciones de la primavera? ¿Dónde?
Tú no pienses en ellas: también tienes tu música
mientras flores listadas florecen el ocaso
y tocan los rastrojos con un matiz rosado;
entonces, en un coro quejoso, los mosquillos
gimen entre los sauces de la orilla, subiendo
o bajando, según la brisa vive o muere;
y las ovejas balan desde el cauce del cerro;
canta el grillo y ahora con su suave voz triple,
el petirrojo silva desde un rincón del huerto,
y chillan golondrinas juntándose en los cielos.

domingo, 9 de octubre de 2011

MAÑANA DE AYER, DE HOY



Es la lluvia sobre el mar.
En la abierta ventana,
contemplándola, descansas
la sien en el cristal.
Imagen de unos segundos,
quieto en el contraluz
tu cuerpo distinto, aún
de la noche desnudo.
Y te vuelves hacia mí,
sonriéndome. Yo pienso
en cómo ha pasado el tiempo,
y te recuerdo así.

sábado, 8 de octubre de 2011

TAL VEZ, OH MAR...




Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada
y le empiece a faltar aquella trasparencia,
aquel arranque igual al tuyo, aquello
que era tan parecido a tu oleaje.

Han pasado los años por mí, sus duras olas
han mordido la piedra de mi vida,
y al viento de este ocaso playero ya la miro
doblándose en las húmedas arenas.

Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre
y esos ojos azules renovados
que ven hundirse, insomnes, las edades.
De «Poemas de Punta del Este»

viernes, 7 de octubre de 2011

AMOR + PODEROSO QUE LA VIDA



La misma calidad que tu expresión,
al cabo de los años,
esta noche al mirarme:
la misma calidad que tu expresión
y la expresión herida de tus labios.

Amor que tiene calidad de vida,
amor sin exigencias de futuro,
presente del pasado,
amor más poderoso que la vida:
perdido y encontrado.

Encontrado, perdido...

jueves, 6 de octubre de 2011

A REYNOLDS



¿DÓNDE hallar al poeta? Nueve Musas,
mostrádmelo, que Pueda conocerlo.
Es aquel hombre que ante cualquier hombre
como un igual se siente, aunque fuere el monarca
o el más pobre de toda la tropa de mendigos;
o es tal vez una cosa de maravilla: un hombre
entre el simio y Platón;
es quien, a una con el pájaro,
reyezuelo o bien águila, el camino descubre
que a todos sus instintos conduce; el que ha escuchado
el rugir del león, y nos diría
lo que expresa aquella áspera garganta;
y el bramido del tigre
le llega articulado y se le adentra,
como lengua materna, en el oído.


Versión de Màrie Montand

miércoles, 5 de octubre de 2011

PEGASO



Cuando iba yo a montar ese caballo rudo
y tembloroso, dije: «La vida es pura y bella.»
Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella.
El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.

Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo
y de Belerofonte logré seguir la huella.
Toda cima es ilustre si Pegas o la sella,
y yo, fuerte, he subido donde Pegaso pudo.

Yo soy el caballero de la humana energía,
yo soy el que presenta su cabeza triunfante
coronada con el laurel del Rey del día;

domador del corcel de cascos de diamante,
voy en un gran volar, con la aurora por guía,
adelante en el vasto azur, ¡siempre adelante!

martes, 4 de octubre de 2011

Milonga de Manuel Flores




































Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

Y sin embrago me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.

Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con extrañeza las miro
como si fueran ajenas.

Vendrán los cuatro balazos
y con los cuatro el olvido;
lo dijo el sabio Merlín:
morir es haber nacido.

¡Cuánta cosa en su camino
estos ojos habrán visto!
Quién sabe lo que verán
después que me juzgue cristo.

Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

lunes, 3 de octubre de 2011

La espera inútil


               

Yo me olvidé que se hizo
ceniza tu pie ligero,
y, como en los buenos tiempos,
salí a encontrarte al sendero.

Pasé valle, llano y río
y el cantar se me hizo triste.
La tarde volcó su vaso
de luz ¡y tú no viniste!

El sol fue desmenuzando
su ardida y muerta amapola;
flecos de niebla temblaron
sobre el campo. ¡Estaba sola!

Al viento otoñal, de un árbol
crujió el blanqueado brazo.
Tuve miedo y te llamé:
¡Amado, apresura el paso!

Tengo miedo y tengo amor,
¡amado, el paso apresura!
Iba espesando la noche
y creciendo mi locura.

Me olvidé de que te hicieron
sordo para mi clamor;
me olvidé de tu silencio
y de tu cárdeno albor;

de tu inerte mano torpe
ya para buscar mi mano;
¡de tus ojos dilatados
del inquirir soberano!

La noche ensanchó su charco
de betún; el agorero
búho con la horrible seda
de su ala rasgó el sendero.

No te volveré a llamar,
que ya no haces tu jornada;
mi desnuda planta sigue,
la tuya está sosegada.

Vano es que acuda a la cita
por los caminos desiertos.
¡No ha de cuajar tu fantasma
entre mis brazos abiertos!

domingo, 2 de octubre de 2011

EL PRISIONERO



Carcelera, toma la llave
que salga el preso a la calle.

Que vean sus ojos los campos
y tras los campos, los mares,
el sol, la luna y el aire.

Que vean a su dulce amiga,
delgada y descolorida
sin voz, de tanto llamarle.

Que salga el preso a la calle.



De «El alba del alhelí»

sábado, 1 de octubre de 2011

El títere



A un compadrito le canto
que era el patrón y el ornato
de las casas menos santas
del barrio de Triunvirato.

Atildado en el vestir,
medio mandón en el trato;
negro el chambergo y la ropa,
negro el charol del zapato.

Como luz para el manejo
le firmaba un garabato
en la cara al más garifo,
de un solo brinco, a lo gato.

Bailarín y jugador,
no sé si chino o mulato,
lo mimaba el conventillo,
que hoy se llama inquilinato.

A las pardas zaguaneras
no les resultaba ingrato
el amor de ese valiente,
que les dio tan buenos ratos.

El hombre según se sabe,
tiene firmado un contrato
con la muerte. En cada esquina
lo anda acechando el mal rato.

Un balazo lo paró
en Thames y Triunvirato;
se mudó a un barrio vecino
el de la quinta del ñato.