jueves, 22 de diciembre de 2011

A unos ojos lindos




























Tus lindos ojuelos 
me matan de amor. 

Ora vagos giren, 
o párense atentos, 
o miren exentos, 
o lánguidos miren, 
o injustos se aíren, 
culpando mi ardor, 
tus lindos ojuelos 
me matan de amor. 


Si al final del día 
emulando ardientes, 
alientan clementes 
la esperanza mía, 
y en su halago fía 
mi crédulo error, 
tus lindos ojuelos 
me matan de amor. 


Si evitan, arteros,
encontrar los míos, 
sus falsos desvíos 
me son lisonjeros. 
Negándome fieros 
su dulce favor, 
tus lindos ojuelos 
me matan de amor. 


Los cierras burlando, 
y ya no hay amores, 
sus flechas y ardores 
tu juego apagando; 
yo entonces temblando 
clamo en tanto horror: 
tus lindos ojuelos 
me matan de amor. 


Los abres riente, 
y el Amor renace 
y en gozar se place 
de su nuevo oriente, 
cantando demente 
yo al ver su fulgor: 
tus lindos ojuelos 
me matan de amor.
 

Tórnalos, te ruego, 
niña, hacia otro lado, 
que casi he cegado 
de mirar su fuego. 
¡Ay! tórnalos luego, 
no con más rigor 
tus lindos ojuelos 
me maten de amor.



Juan Meléndez Valdés

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Se pide silencio al mar





Esto son mis memorias, mis afanes,
mis confesiones hasta donde puedo,
lances de mucho amor y de algún miedo,
esfuerzos de pigmeo entre titanes. 

Me dieron unos peces y unos panes:
unas palabras. Y alguien con el dedo
pronto me amenazó. Estaba en el ruedo
mi carne entre los dientes de los canes. 

¿Son otros o los mismos todavía...?
Siguen ladrando... Y él no les hacía
nada... Con palos y con cuerdas pegan. 

Enséñame a callar como tu callas,
oh mar, en el silencio de tus playas.
¿Son galgos o podencos los que llegan?


De: Mar viviente


José García Nieto

martes, 20 de diciembre de 2011

El indiferente



Ahora seremos felices,
cuando nada hay que esperar.

Que caigan las hojas secas,
que nazcan las flores blancas,
¡qué más da!

Que brille el sol o que arpegie
la lluvia sobre el cristal,
que todo sea mentira
o sea todo verdad;

que reine sobre la tierra
la primavera inmortal
o que decline la vida,
¡qué más da!

Que haya músicas errantes,
¡qué más da!

Para qué queremos músicas
si no hay nada que cantar.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Autobiografías



Nacimos entre espigas y olivares.
El uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares.

Después… libros y novias y billares
—¡memorias que iluminan la distancia!—;
luego… una juventud, cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.

Fuimos… cuanto hay que ser: covachuelistas,
estudiantes, “diablillos”, editores,
críticos, “pintamonos”, retratistas…

Y hoy como ayer, sencillos escritores
que siguen, a la luz de sus conquistas,
sembrando sueños por que nazcan flores.

Hnos Alvarez Quintero

domingo, 18 de diciembre de 2011

Elegía



Por el camino de la mar 
vino el pirata, 
mensajero del Espíritu Malo,
con su cara de un solo mirar
y con su monótona pata
de palo.
Por el camino de la mar.

Hay que aprender a recordar
lo que las nubes no pueden olvidar.

Por el camino de la mar,
con el jazmín y con el toro,
y con la harina y con el hierro,
el negro para fabricar
el oro;
para llorar en su destierro
por el camino de la mar.

¿Cómo vais a olvidar
lo que las nubes aún pueden recordar?

Por el camino de la mar,
el pergamino de la ley,
la vara del malmedir,
y el látigo de castigar,
y la sífilis del virrey,
y la muerte, para dormir
sin despertar,
por el camino de la mar.

¡Duro recuerdo recordar
lo que las nuber no pueden olvidar
por el camino de la mar!

Nicolás Guillén

sábado, 17 de diciembre de 2011

Evangelio del día




En aquel tiempo
un joven se acercó a Jesús
entre a turba.
Por sus ropas y el uso de su hablar
supieron todos que era de otra tierra.

—Señor, ¿qué haré
para salvarme?

—Sé puro.
(¡Oh, lecho sosteniendo barro y llama,
airadas ingles,
lucha sin fin; azada y cúpula!).

El joven contestó:
—Señor, soy puro; ¿basta
con eso?

Y Jesús: —Deja
tus riquezas y sígueme.

(¡Palacios, terciopelos y jardines,
vino en cristal tallado,
joyas para el honor o la delicia,
seguridades de color púrpura!).

Y el joven contestó:
—Soy rico, pero todo
lo dejaría, bien lo sé, por Ti.

Jesús
lo miró dulcemente.
Le preguntó:
—¿En qué país
naciste?

—Señor —respondió el joven—,
nací en España.

Y Jesús: —Deja a España
y sígueme.

(¡La estrella, el patio y el silencio,
la roca entre el olor de la maleza,
la piel herida de la madre,
la entraña y la esperanza y el clavel,
llaga de amor con desamor basada,
patria de fe, glorioso madero!).

El joven
volvió sobre sus pasos,
bajó la frente y empezó a llorar.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Agua de remanso



Ternura: honda manera
cristalina de mi ser.
Agua de remanso, brisa
mansa, luz de amanecer.

Nunca es la pena que muerde.
Jamás la turbia esquivez,
el apego al gris, la fría
concha que enciende en el alma
una brasa de malogro.

Es el gusto de la vida,
amor a la claridad,
canción de fiesta los lances 
triviales de cada día.

Puede ser melancolía:
más serena en su verdad.
Apaciguado conmigo,
mi ser me sabe y me planta
en el fulcro de la vida.

Soy: estoy y canto.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Más que yo mismo



Más que que yo mismo


¡Oh, vida mía, vida mía!, 
agonicé con tu agonía 
y con tu muerte me morí. 
¡De tal manera te quería, 
que estar sin ti es estar sin mí! 

Faro de mi devoción, 
perenne cual mi aflicción 
es tu memoria bendita. 
¡Dulce y santa lamparita 
dentro de mi corazón! 

Luz que alumbra mi pesar 
desde que tú te partiste 
y hasta el fin lo ha de alumbrar, 
que si me dejaste triste, 
triste me habrás de encontrar. 

Y al abatir mi cabeza,
ya para siempre jamás,
el mal que a minarse empieza,
pienso que por mi tristeza
tú me reconocerás.

Merced al noble fulgor
del recuerdo, mi dolor
será espejo en que has de verte,
y así vencerá a la muerte
la claridad del amor.

No habrá ni noche ni abismo
que enflaquezca mi heroísmo
de buscarte sin cesar.
Si eras más yo que yo mismo,
¿cómo no te he de encontrar?

¡Oh vida mía, vida mía!
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí.
De tal manera te quería
que estar sin ti es estar sin mí.

AMADO NERVO

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La casa de la vida




Mi corazón es una vieja casa.
Tiene un jardín y en el jardín un pozo
y túneles de yedra y hojarasca.
En esa casa a la que tiran piedras
los niños cuando pasan al volver de la escuela,
después de haber robado de su huerta
magro botín de unas manzanas agrias.
En su tejado hay nidos de pájaros que cantan
y de noche un cuartel de escandalosas ratas.
La glicina cubrió los viejos arcos
y una verja de lanzas
y una terraza alta a donde llega
la copa de un granado con granadas
y un palomar y en ruinas unas cuadras.
Y un trozo de camino y la lejana
claridad del mundo.
Está fuera del pueblo y es indiana
su arquitectura, ya sabéis:
todo un poco mezclado, pero es blanca,
es grande, es vieja, es solitaria.

martes, 13 de diciembre de 2011



Cuando termine la muerte,
si dicen: ¡A levantarse!,
a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.

No se incorpore la sangre
ni se mueva la ceniza
si dicen: ¡A levantarse!.

Que yo me conformo siempre
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Giralda, madre de artistas





Giralda, madre de artistas, 
molde de fundir toreros, 
dile al giraldillo tuyo 
que se vista un traje negro. 

Malhaya sea Perdigón, 
el torillo traicionero. 

Negras gualdrapas llevaban 
los ocho caballos negros: 
negros son sus atalajes 
y negros son sus plumeros. 

De negro los mayorales 
y en la fusta un lazo negro. 


II 

Mocitas las de la Alfalfa; 
mocitos los pintureros: 
negros pañuelos de talle 
y una cinta en el sombrero. 

Dos viudas con claveles 
negros, en el negro pelo. 

Negra faja y corbatín 
negro, con un lazo negro, 
sobre el oro de la manga, 
la chupa de los toreros. 

Ocho caballos llevaba 
el coche del Espartero. 


domingo, 11 de diciembre de 2011

Carnet de identidad























Nadie avisó. Más tarde o más temprano 
se supusieron que lo aprendería. 
Nadie me dijo: riega a la alegría, 
los muertos son terreno de secano. 


Todo lo que me importa está lejano. 
Si yo hubiera sabido a qué venía 
os juro que vivir —yo qué sabía— 
no me hubiera ganado por la mano. 


Me dijeron vivir a quemarropa: 
siglo XX —acordaron—, en Europa, 
en Málaga, en Enero y en Manolo. 


Todo lo dispusieron: hambre y guerra, 
España dura, noche y día, tierra 
y mares... luego me dejaron solo.


Manuel Alcántara

sábado, 10 de diciembre de 2011

Disyuntiva



La tentación se llama amor
o chocolate.
Es mala la adicción.
Sin paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal
cosa sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan sólo una droga,
con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones.

(De Alada mía, 1996)

viernes, 9 de diciembre de 2011

Una oscura pradera me convida





Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.

jueves, 8 de diciembre de 2011

No me fio de la rosa





No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar. 

Pedro Salinas - Fe mía.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Soledad

Bacarisas


Soledad sabe una copla
que tiene su mismo nombre:
Soledad.

Tres renglones nada más:
tres arroyos de agua amarga,
que van, cantando, a la mar.

Copla tronchada, tu verso
primero, ¿dónde estará?

¿Qué jardinero loco,
con sus tijeras de plata
le cortó al ciprés la punta,
Soledad?

¿Qué ventolera de polvo
se te llevó la veleta,
Soledad?

¿O es que, por llegar más pronto
te viniste sin sombrero,
Soledad?

Y total:
¿qué mas da?
Tres versos: ¿para qué más?

Si con tres sílabas basta
para decir el vacío
del alma que está sin alma:
¡Soledad!