viernes, 12 de octubre de 2012

Los zapaticos de Rosa



Hay sol bueno y mar de espuma, 
Y arena fina, y Pilar 
Quiere salir a estrenar 
Su sombrerito de pluma. 

«¡Vaya la niña divina!» 
Dice el padre y le da un beso: 
«¡Vaya mi pájaro preso 
A buscarme arena fina!» 

«Yo voy con mi niña hermosa», 
Le dijo la madre buena: 
«¡No te manches en la arena 
Los zapaticos de rosa!» 

Fueron las dos al jardín 
Por la calle del laurel: 
La madre cogió un clavel 
Y Pilar cogió un jazmín. 

Ella va de todo juego, 
Con aro, y balde, y paleta: 
El balde es color violeta: 
El aro es color de fuego. 

Vienen a verlas pasar: 
Nadie quiere verlas ir: 
La madre se echa a reír, 
Y un viejo se echa a llorar. 

El aire fresco despeina 
A Pilar, que viene y va 
Muy oronda: «¡Di, mamá! 
¿Tú sabes qué cosa es reina?» 

Y por si vuelven de noche 
De la orilla de la mar, 
Para la madre y Pilar 
Manda luego el padre el coche. 

Está la playa muy linda: 
Todo el mundo está en la playa: 
Lleva espejuelos el aya 
De la francesa Florinda. 

Está Alberto, el militar 
Que salió en la procesión 
Con tricornio y con bastón, 
Echando un bote a la mar. 

¡Y qué mala, Magdalena 
Con tantas cintas y lazos, 
A la muñeca sin brazos 
Enterrándola en la arena! 

Conversan allá en las sillas, 
Sentadas con los señores, 
Las señoras, como flores, 
Debajo de las sombrillas. 

Pero está con estos modos 
Tan serios, muy triste el mar: 
¡Lo alegre es allá, al doblar, 
En la barranca de todos! 

Dicen que suenan las olas 
Mejor allá en la barranca, 
Y que la arena es muy blanca 
Donde están las niñas solas. 

Pilar corre a su mamá: 
«¡Mamá, yo voy a ser buena: 
Déjame ir sola a la arena: 
Allá, tú me ves, allá!» 

«¡Esta niña caprichosa! 
No hay tarde que no me enojes: 
Anda, pero no te mojes 
Los zapaticos de rosa.» 

Le llega a los pies la espuma: 
Gritan alegres las dos: 
Y se va,diciendo adiós, 
La del sombrero de pluma. 

¡Se va allá, dónde ¡muy lejos! 
Las aguas son más salobres, 
Donde se sientan los pobres, 
Donde se sientan los viejos! 

Se fue la niña a jugar, 
La espuma blanca bajó, 
Y pasó el tiempo, y pasó 
Un águila por el mar. 

Y cuando el sol se ponía 
Detrás de un monte dorado, 
Un sombrerito callado 
por las arenas venía. 

Trabaja mucho, trabaja 
Para andar: ¿qué es lo que tiene 
Pilar que anda así,que viene 
Con la cabecita baja? 

Bien sabe la madre hermosa 
Por qué le cuesta el andar: 
«¿Y los zapatos, Pilar, 
Los zapaticos de rosa?» 

«¡Ah, loca! ¿en dónde estarán? 
¡Di, dónde, Pilar!» ?«Señora», 
Dice una mujer que llora: 
«¡Están conmigo: aquí están!» 

«Yo tengo una niña enferma 
que llora en el cuarto oscuro. 
Y la traigo al aire puro 
A ver el sol, y a que duerma. 

»Anoche soñó, soñó 
con el cielo, y oyó un canto: 
Me dio miedo, me dio espanto, 
Y la traje, y se durmió. 

»Con sus dos brazos menudos 
Estaba como abrazando; 
Y yo mirando, mirando 
Sus piececitos desnudos. 

»Me llegó al cuerpo la espuma, 
Alcé los ojos, y vi 
Esta niña frente a mí 
Con su sombrero de pluma». 

«¡Se parece a los retratos 
Tu niña!» dijo: «¿Es de cera? 
¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!... 
¿Y por qué está sin zapatos? 

»Mira: ¡la mano le abrasa, 
Y tiene los pies tan fríos! 
¡Oh, toma, toma los míos; 
Yo tengo más en mi casa!» 

«No sé bién, señora hermosa, 
Lo que sucedió después: 
¡Le vi a mi hijita en los pies 
Los zapaticos de rosa!» 

Se vio sacar los pañuelos 
A una rusa y a una inglesa; 
El aya de la francesa 
Se quitó los espejuelos. 

Abrió la madre los brazos: 
Se echó Pilar en su pecho, 
Y sacó el traje deshecho, 
Sin adornos y sin lazos. 

Todo lo quiere saber 
De la enferma la señora: 
¡No quiere saber que llora 
De pobreza una mujer! 

«¡Sí, Pilar, dáselo! ¡y eso 
También! ¡Tu manta! ¡Tu anillo!» 
Y ella le dio su bolsillo: 
Le dio el clavel, le dio un beso. 

Vuelven calladas de noche 
A su casa del jardín: 
Y Pilar va en el cojín 
De la derecha del coche. 

Y dice una mariposa 
Que vio desde su rosal 
Guardados en un cristal 
Los zapaticos de rosa.

jueves, 11 de octubre de 2012

Testigo de excepción











Testigo de excepción 


Un mar, un mar es lo que necesito. 
Un mar y no otra cosa, no otra cosa. 
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre. 
Un mar, un mar es lo que necesito. 
No una montaña, un río, un cielo. 
No. Nada, nada, 
únicamente un mar. 
Tampoco quiero flores, manos, 
ni un corazón que me consuele. 
No quiero un corazón 
a cambio de otro corazón. 
No quiero que me hablen de amor 
a cambio del amor. 
Yo sólo quiero un mar: 
yo sólo necesito un mar. 
Un agua de distancia, 
un agua que no escape, 
un agua misericordiosa 
en que lavar mi corazón 
y dejarlo a su orilla 
para que sea empujado por sus olas, 
lamido por su lengua de sal 
que cicatriza heridas. 
Un mar, un mar del que ser cómplice. 
Un mar al que contarle todo. 
Un mar, creedme, necesito un mar, 
un mar donde llorar a mares 
y que nadie lo note. 


De: Testigo de excepción 
Fuente: Poemas del Alma 

miércoles, 10 de octubre de 2012

La miel salvaje

     



      Míralas bien las cosas : reverberan
      tocadas por el polen de la aurora :
      la filigrana lenta de la savia,
      el trémulo rocío, cada gota
      en que se copia entera la mañana,
      la lumbre cristalina del racimo,
      el zarcillo y su rúbrica menuda,
      no menos soberana que el oleaje
      del encinar; el iris de los ojos,
      del mismo fino estambre de esa nube
      que se desteje en hebras melodiosas;
      el viento de oro en la vibrante rama,
      la luz de la resina, el claro anillo
      de esta mañana del milagro :
      la noche cabe en una rosa blanca 


    

martes, 9 de octubre de 2012

Pechos de la amada

      


      Aquí donde se rompe tu belleza
      en dos obres suavísimos e iguales,
      donde pregona amor con voces tales
      que se me yergue la naturaleza,

      aquí donde parece que tropieza
      contra tu bulto Dios roto en cristales,
      déjame apontocar los tres puntales
      del corazón, la mano y la cabeza.

      Corazón que se acuerde con el tuyo,
      mano perpleja entre una y otra cumbre,
      cabeza en tanta pluma derrumbada.

      A ver si el pecho rinde en ti su orgullo,
      si la mano se pierde en tu costumbre,
      si te aprende la frente de almohada


         José Luis Tejada ( 1927-1988 )

lunes, 8 de octubre de 2012

El beso




Cuando se hunde mi lengua en las estancias
íntimas de tu boca
e invade como luz tu paladar, su cielo,
y minuciosamente, sabiamente
sorbe la pulpa humana de tu rostro,
el envés esencial de esa mejilla
donde sabes aún más a las raíces
de ti, en las humedades
que mojan tu palabra :


es allí, debajo de tu lengua,
donde mi lengua anida y acurruca
su pálpito caliente,
donde tropieza y se deleita y lucha
con la única dureza de tus dientes en guardia,
pálidos mensajeros de lo oculto,
balaustrada que asoma
desde tu calavera
y ciñe la lascivia de augurios y sombra 


Alfonso Carreño 

domingo, 7 de octubre de 2012

Somos la ciudad





Somos la ciudad y somos algo distinto :
somos su pregunta y su negación,
su conciencia y su poema 


Octavio Paz

sábado, 6 de octubre de 2012

La realidad





La realidad es una torre altísima
un telescopio atento
que busca algo que ya ha ocurrido

algo que nunca debió ser
un error
-bello como el otoño-
de los dioses

viernes, 5 de octubre de 2012

Lluvia




Esta lluvia humedece el mundo entero
y el sol que en ella rompe como risa
despierta las miradas.


El llanto con los besos tiende
un arcoiris en tus ojos 


jueves, 4 de octubre de 2012

Querido veneno mío




¡ Querido veneno mío,
todo, todo en ti, la carne,
la profunda cabellera,
la Venus de tu garbeo
y la Psique de tu espíritu,
y el corazón que me entiende,
que parece responderme,
todo en ti, todo me quema,
me enloquece por unirme
a ese caudal de emoción !


Paul Valéry 

miércoles, 3 de octubre de 2012

El rapto de la emoción






XI

He derramado tantas veces tu nombre
en la tibia estancia del deseo
que hasta mis sueños se humedecen al oirlo

martes, 2 de octubre de 2012

Soneto verde






Cuando en octubre amor por la semilla
conspira con abril de la mirada
me subyugó una rosa equivocada:
si verde corazón, tez amarilla.

De una la noche en otra maravilla
-cera ya agraz, ya pluma alabeada-
regresó el alba, limpia y afilada,
rasgándome de pura la mejilla.

Verde presidio y hondo, verde prado,
que a la esperanza indócil alimentas
con grama en flor, sonrisa de mi dueño:

suba la muerte y máteme a tu lado,
que esmeraldas, cantáridas y mentas
me han dispuesto un profundo y verde sueño.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Edad roja



No vuelven las mujeres con las cuales
cambiabas años de tu soledad
por un fugaz momento de ternura.
Tan ardiente es la vida en el otoño,
que en las horas de angustia no podrás
amar ni a la mujer que ya has perdido.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Otoño Inglés




(Belleza del durmiente
que agita imperceptible el mudo pecho
para alzarse después con mayor vida;
como en la primavera los árboles del campo.
)



¿Cómo en la primavera...?
No es lo que veo, entonces, trastorno de la muerte
sino el soñar del árbol, que desnuda,
su frente de hojarasca,
y entra así cristalino en la honda noche
que ha de darle más vida.
[...]
Las rotas alas de la noche caen
sobre este vasto campo de ceniza:
huele a carroña humana.
La luz se ha vuelto negra, la tierra
sólo es polvo, llega un viento
muy frío.
Si fuese muerte verdadera la de este bosque de oro
sólo habría dolor
si un hombre contemplara la caída.
Y he llorado la pérdida del mundo
al sentir en mis hombros, y en las ramas
del bosque duradero,
el peso de una sola oscuridad.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Cuando la nieve cubre el mar




Cuando la nieve cubre el mar y el crujir del pino
deja en el aire más honda huella que el trineo,
¿ a qué azul pueden llegar los ojos?, ¿a qué silencio
puede caer la voz desamparada?
Perdido de vista, ignorado, el mundo exterior
ajusta cuentas con la cara, como con un rehén de Mameluco.
así en el fondo del océano fosforescea el calamar,
así el silencio se embebe de la entera rapidez del sonido,
así ya basta una cerilla para poner el fogón al rojo,
así, tras el latir del corazón, el reloj de pared,
al detenerse en éste, seguirá andando en el otro
extremo de la mar


Joseph Brodsky

jueves, 27 de septiembre de 2012

Enigma







El primer día que salí contigo
dijiste que era extraño tu trabajo.
Nada más. Sin embargo, yo sentía
que mi piel se rasgaba hecha jirones
cada vez que tus manos me rozaban,
y que tus ojos eran como aceros
que hacían que los míos me dolieran.
En adelante siempre fue lo mismo :
tú te enorgullecías de tu arte,
más sutil y directo cada día,
y yo no comprendía nunca nada.
Ahora lo sé. Conozco ya tu oficio :
lanzador de cuchillos. Has lanzado
contra mi corazón el más certero 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Amarrado al duro banco


                                        
                                        

                                        Amarrado al duro banco
                                        de una galera turquesca,
                                        ambas manos en el remo
                                        y ambos ojos en la tierra,
                                        un forzado de Dragut
                                        en la playa de Marbella
                                        se quejaba al ronco son
                                        del remo y de la cadena:
                                        "¡Oh sagrado mar de España,
                                        famosa playa serena,
                                        teatro donde se han hecho
                                        cien mil navales tragedias!,
                                        pues eres tú el mismo mar
                                        que con tus crecientes besas
                                        las murallas de mi patria,
                                        coronadas y soberbias,
                                        tráeme nuevas de mi esposa,
                                        y dime si han sido ciertas
                                        las lágrimas y suspiros
                                        que me dice por sus letras,
                                        porque si es verdad que llora
                                        mi cautiverio en tu arena,
                                        bien puedes al mar del Sur
                                        vencer en lucientes perlas.
                                        Dame ya, sagrado mar,
                                        a mis demandas respuesta,
                                        que bien puedes, si es verdad
                                        que las aguas tienen lengua,
                                        pero, pues no me respondes,
                                        sin duda alguna que es muerta,
                                        aunque no lo debe ser,
                                        pues que vivo yo en su ausencia.
                                        ¡Pues he vivido diez años
                                        sin libertad y sin ella,
                                        siempre al remo condenado
                                        a nadie matarán penas!"

                                        En esto se descubrieron
                                        de la Religión seis velas,
                                        y el cómitre mandó usar
                                        al forzado de su fuerza.
                                        La desgracia del forzado,
                                        y del corsario la industria,
                                        la distancia del lugar
                                        y el favor de la Fortuna,
                                        que por las bocas del viento
                                        les daba a soplos ayuda
                                        contra las cristianas cruces
                                        a las otomanas lunas,
                                        hicieron que de los ojos
                                        del forzado a un tiempo huyan,
                                        dulce patria, amigas velas,
                                        esperanzas y ventura.
                                        Vuelve, pues, los ojos tristes
                                        a ver cómo el mar le hurta
                                        las torres, y le da nubes,
                                        las velas, y le da espumas.
                                        Y viendo más aplacada
                                        en el cómitre la furia,
                                        vertiendo lágrimas, dice,
                                        tan amargas como muchas:

                                        "¿De quién me quejo con tan grande extremo,
                                        si ayudo yo a mi daño con mi remo?
                                        Ya no esperen ver mis ojos,
                                        pues ahora no lo vieron,
                                        sin este remo las manos,
                                        y los pies sin estos hierros,
                                        que en esta desgracia mía
                                        Fortuna me ha descubierto
                                        que cuantos fueron mis años
                                        tantos serán mis tormentos.
                                        ¿De quién me quejo con tan grande extremo,
                                        si ayudo yo a mi daño con mi remo?
                                        Velas de la Religión,
                                        enfrenad vuestro denuedo,
                                        que mal podréis alcanzarnos
                                        pues tratáis de mi remedio.
                                        El enemigo se os va,
                                        y favorécele el tiempo
                                        por su libertad no tanto
                                        cuanto por mi cautiverio.

                                        ¿De quién me quejo con tan grande extremo,
                                        si ayudo yo a mi daño con mi remo?

                                        Quedaos en aquesa playa,
                                        de mis pensamientos puerto;
                                        quejaos de mi desventura,
                                        y no echéis la culpa al viento.
                                        Y tú, mi dulce suspiro,
                                        rompe los aires ardiendo,
                                        visita a mi esposa bella,
                                        y en el mar de Argel te espero.

                                        ¿De quién me quejo con tan grande extremo,
                                        si ayudo yo a mi daño con mi remo?"