lunes, 1 de septiembre de 2014

A LA ORILLA DEL ARROYO






I
Una mañana de mayo,
una mañana muy fresca,
entréme por estos valles,
entréme por estas vegas.
Cantaban los pajaritos.
olían las azucenas
eran azules los cielos
y claras las fuentes eran.
Junto a un arroyo más claro
que un espejo de Venecia,
hallara una pastorcica,
una pastorcica bella.
Azules eran sus ojos,
dorada su cabellera,
sus mejillas como rosas
y sus dientes como perlas.
Quince años no más tendría
y daba placer el verla,
lavándose las sus manos,
peinándose las sus trenzas.

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