miércoles, 5 de junio de 2013
Sonetos
5
Yo os prometí mi libertad querida,
no cautivaros más, ni daros pena;
pero promesa en potestad ajena,
¿cómo puede obligar a ser cumplida?
Quien promete no amar toda la vida,
y en la ocasión la voluntad enfrena,
seque el agua del mar, sume su arena,
los vientos pare, lo infinito mida.
Hasta ahora con noble resistencia
las plumas corto a leves pensamientos,
por más que la ocasión su vuelo ampare.
Pupila soy de amor; sin su licencia
no pueden obligarme juramentos.
Perdonad, voluntad, si los quebrare.
(de El castigo del penséque, II, 1)
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