Abolidas las naves, el mar solo
es quien nos cerca entre las viñas ásperas.
Muros de agua profunda reconstruyen,
frente al olvido, esta prisión sonora,
y en la ilusoria plenitud humana,
marginal como un príncipe bastardo,
recorre la aridez, cruza el paisaje
este muchacho casi reducido
a la animalidad.
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