viernes, 8 de marzo de 2013

La oportunidad




Compadre, yo no le pido
mayormente caridad,
pero sí que a mi marido
le dé la oportunidad.

La guitarra tiene rota
pero en bombo canta igual.
Si tuviera un par de botas
lo vería zapatear.

Pa’l machete era machazo
pero el ingenio cerró.
De conchabo no hubo caso
en todo el alrededor.

Vendimos la taperita,
la chiva y hasta el telar
y así con cinco guagüitas
en tren a la Capital.

Resulta que una sobrina
nos brinda acomodación
pero siete en la cocina
requiere retribución.

Mi marido se levanta
y de changa en changa va.
Si el trabajo no le aguanta
será por fatalidá’.

Aunque es mozo bien plantado
y de regular altor
nadie le presta cuidado
para artista del folclor.

Y aquí estamos dagüeltando
mal que bien y bien que mal
hasta que llegue ese cuando
lo llamen de un festival.

jueves, 7 de marzo de 2013

A CÁDIZ




Tras navegación penosa
por una mar alterada
te presentaste a mis ojos,
lucero de las Españas!
Y a la claridad dudosa
que vierte en pos la alborada
me pareciste salida
improviso de las aguas.
¡Salud, plantel de recuerdos,
antemural de la patria,
salud, oh Cádiz famosa
por tu brío y por tus damas!
De Santa Cruz de Tinerfe
al alejarme, vagaban
por mi ardiente fantasía
tus sombras tornasoladas;
esa rica vestidura
con que te ciñó la fama,
y que tiendes en las olas,
cual si fueras su sultana.
Al verte sentí el influjo
que ejerces sobre las almas,
y absorto quedé mirando
mi ilusión ya realizada...

¡Oh, qué bella al navegante
te muestras, Cádiz la clara,
en el perfil del Océano
adormida, recostada!
Quién te cree una Nereida;
quién se figura una maga;
quién la diosa del combate
ve en ti, Cádiz la bizarra;
quién a Venus en la mente
con su séquito de gracias
se forja, cual tú nacida
de las espumas rizadas...
Pero yo que allá dejé
de Santa Cruz en las playas
hijos y esposa... pedazos
del corazón... ¡Oh gitana!
Yo te contemplé a la lumbre
de la aurora nacarada,
no cual la diosa de amores,
no cual deidad de las armas,
mas sí como tierna amiga
que los brazos me alargaba,
para reponer mis fuerzas
por el viaje quebrantadas.
¡Bendita seas!... En breve
de peregrino la marcha
volveré a emprender, dejando,
como dejé las Canarias,
tus paseos concurridos,
tus hermosuras galanas,
tus flores, tu argentería,
tus balcones, tus murallas...
Pero en Sevilla... la perla
de Andalucía nombrada,
en Madrid... donde la corte
esparce todas sus galas,
do quier que el paso dirija,
do quier fije mis miradas,
recordaré tus hechizos,
ciudad, hija de las aguas,
y bendeciré de nuevo
tus brisas hospitalarias! 




Cádiz, Junio de 1851.

miércoles, 6 de marzo de 2013

A ERNESTO





Quis tam patiens ut teneat se?

(JUVENAL)

Déjame, Arnesto, déjame que llore
los fieros males de mi patria, deja
que su ruïna y perdición lamente;
y si no quieres que en el centro obscuro
de esta prisión la pena me consuma,
déjame al menos que levante el grito
contra el desorden; deja que a la tinta
mezclando hiel y acíbar, siga indócil
mi pluma el vuelo del bufón de Aquino.

¡Oh cuánto rostro veo a mi censura
de palidez y de rubor cubierto!
Ánimo, amigos, nadie tema, nadie,
su punzante aguijón, que yo persigo
en mi sátira al vicio, no al vicioso.
¿Y qué querrá decir que en algún verso,
encrespada la bilis, tire un rasgo
que el vulgo crea que señala a Alcinda,
la que olvidando su orgullosa suerte,
baja vestida al Prado, cual pudiera
una maja, con trueno y rascamoño
alta la ropa, erguida la caramba,
cubierta de un cendal más transparente
que su intención, a ojeadas y meneos
la turba de los tontos concitando?
¿Podrá sentir que un dedo malicioso,
apuntando este verso, la señale?
Ya la notoriedad es el más noble
atributo del vicio, y nuestras Julias,
más que ser malas, quieren parecerlo.

Hubo un tiempo en que andaba la modestia
dorando los delitos; hubo un tiempo
en que el recato tímido cubría
la fealdad del vicio; pero huyóse
el pudor a vivir en las cabañas.
Con él huyeron los dichosos días,
que ya no volverán; huyó aquel siglo
en que aun las necias burlas de un marido
las Bascuñanas crédulas tragaban;
mas hoy Alcinda desayuna al suyo
con ruedas de molino; triunfa, gasta,
pasa saltando las eternas noches
del crudo enero, y cuando el sol tardío
rompe el oriente, admírala golpeando,
cual si fuese una extraña, al propio quicio.
Entra barriendo con la undosa falda
la alfombra; aquí y allí cintas y plumas
del enorme tocado siembra, y sigue
con débil paso soñolienta y mustia,
yendo aún Fabio de su mano asido,
hasta la alcoba, donde a pierna suelta
ronca el cornudo y sueña que es dichoso.
Ni el sudor frío, ni el hedor, ni el rancio
eructo le perturban. A su hora
despierta el necio; silencioso deja
la profanada holanda, y guarda atento
a su asesina el sueño mal seguro.

¡Cuántas, oh Alcinda, a la coyunda uncidas
tu suerte envidian! ¡Cuántas de Himeneo
buscan el yugo por lograr tu suerte,
y sin que invoquen la razón, ni pese
su corazón los méritos del novio,
el sí pronuncian y la mano alargan
al primero que llega! ¡Qué de males
esta maldita ceguedad no aborta!
Veo apagadas las nupciales teas
por la discordia con infame soplo
al pie del mismo altar, y en el tumulto,
brindis y vivas de la tornaboda,
una indiscreta lágrima predice
guerras y oprobrios a los mal unidos.
Veo por mano temeraria roto
el velo conyugal, y que corriendo
con la impudente frente levantada,
va el adulterio de una casa en otra.
Zumba, festeja, ríe, y descarado
canta sus triunfos, que tal vez celebra
un necio esposo, y tal del hombre honrado
hieren con dardo penetrante el pecho,
su vida abrevian, y en la negra tumba
su error, su afrenta y su despecho esconden.

¡Oh viles almas! ¡Oh virtud! ¡Oh leyes!
¡Oh pundonor mortífero! ¿Qué causa
te hizo fiar a guardas tan infieles
tan preciado tesoro? ¿Quién, oh Temis,
tu brazo sobornó? Le mueves cruda
contra las tristes víctimas, que arrastra
la desnudez o el desamparo al vicio;
contra la débil huérfana, del hambre
y del oro acosada, o al halago,
la seducción y el tierno amor rendida;
la expilas, la deshonras, la condenas
a incierta y dura reclusión. ¡Y en tanto
ves indolente en los dorados techos
cobijado el desorden, o le sufres
salir en triunfo por las anchas plazas,
la virtud y el honor escarneciendo!

¡Oh infamia! ¡Oh siglo! ¡Oh corrupción! Matronas
castellanas, ¿quién pudo vuestro claro
pundonor eclipsar? ¿Quién de Lucrecias
en Lais os volvió? ¿Ni el proceloso
océano, ni lleno de peligros,
el Lilibeo, ni las arduas cumbres
de Pirene pudieron guareceros
de contagio fatal? Zarpa, preñada
de oro, la nao gaditana, aporta
a las orillas gálicas, y vuelve
llena de objetos fútiles y vanos;
y entre los signos de extranjera pompa
ponzoña esconde y corrupción, compradas
con el sudor de las iberas frentes.
Y tú, mísera España, tú la esperas
sobre la playa, y con afán recoges
la pestilente carga y la repartes
alegre entre tus hijos. Viles plumas,
gasas y cintas, flores y penachos,
te trae en cambio de la sangre tuya,
de tu sangre ¡oh baldón! y acaso, acaso
de tu virtud y honestidad. Repara
cuál la liviana juventud los busca.

Mira cuál va con ellos engreída
la imprudente doncella; su cabeza,
cual nave real en triunfo empavesada,
vana presenta del favonio al soplo
la mies de plumas y de agrones y anda
loca, buscando en la lisonja el premio
de su indiscreto afán. ¡Ay triste, guarte,
guarte, que está cercano el precipicio!
El astuto amador ya en asechanza
te atisba y sigue con lascivos ojos;
la educación y la caricia el lazo
te van a armar, do caerás incauta,
en él tu oprobrio y perdición hallando.
¡Ay, cuánto, cuánto de amargura y lloro
te costarán tus galas! ¡Cuán tardío
será y estéril tu arrepentimiento!

Ya ni el rico Brasil, ni las cavernas
del nunca exhausto Potosí nos bastan
a saciar el hidrópico deseo,
la ansiosa sed de vanidad y pompa.
Todo lo agotan: cuesta un sombrerillo
lo que antes un estado; y se consume
en un festín la dote de una infanta.
Todo lo tragan; la riqueza unida
va a la indigencia; pide y pordiosea
el noble, engaña, empeña, malbarata,
quiebra y perece, y el logrero goza
los pingües patrimonios, premio un día
del generoso afán de altos abuelos.
¡Oh ultraje! ¡Oh mengua! Todo se trafica:
Parentesco, amistad, favor, influjo,
y hasta el honor, depósito sagrado,
o se vende o se compra. Y tú, Belleza,
don el más grato que dio al hombre el cielo,
no eres ya premio del valor, ni paga
del peregrino ingenio; la florida
juventud, la ternura, el rendimiento
del constante amador ya no te alcanzan.
Ya ni te das al corazón, ni sabes
de él recibir adoración y ofrendas.
Ríndeste al oro. La vejez hedionda,
la sucia palidez, la faz adusta,
fiera y terrible, con igual derecho
vienen sin susto a negociar contigo.
Daste al barato, y tu rosada frente,
tus suaves besos y sus dulces brazos,
corona un tiempo del amor más puro,
son ya una vil y torpe mercancía.

martes, 5 de marzo de 2013

ÚLTIMA SOLEDAD


ÚLTIMA SOLEDAD

Para la pintura de Jesús María Lazkano


Tal vez como si nunca hubiera estado allí.
Tal vez como si no se hubiera ido de allí.
Testigo del naufragio, de todos los naufragios.
Miró sobre los días nevascas y aluviones,
Inciertos sinclinales, tal vez como si nunca,
tal vez como si no, cantiles que alcanzaron
la estatura del miedo, la luz aquilatada,
ciudades irreales: la tuya, Vinogrado
de los muelles tendidos al viento del dolor.

Tal vez como si nunca hubiera estado allí,
tal vez como si nunca, tal vez como si siempre,
tal vez como si no, como si dulcemente
muriéramos de pronto en un naufragio gris.
Fábricas erigidas sobre la tierra yerma,
sobre la nieve cándida el fuego convertido,
tal vez como si siempre hubiese sido así,
en aire polvoriento, el aire en agua tersa,
y la ausencia del hombre en tiempo irredimible.

lunes, 4 de marzo de 2013

A GARCILASO




Cisnes de Betis que en su gran ribera,
las divinas canciones entonando,
volvéis el triste invierno en primavera;
y cuando el aura dulce está espirando
soléis ir con templado movimiento,
sublimes por las ondas paseando;
pues recebís de Apolo el sacro aliento
y de las musas sois favorecidos,
trocad la voz en lamentable acento.

domingo, 3 de marzo de 2013

A MIS CRÍTICOS




Ardiendo, Zoilo, en cólera inclemente,
contra mis versos, dicen que te irritas,
y que siempre frenético vomitas
de injuriosos dicterios un torrente:


Serena, Zoilo, la arrugada frente,
que se aumente tu mal cuanto más gritas;
y ese excesivo ardor con que te agitas
es de tu frenesí prueba evidente.


No en criticar consiste la cultura,
que para esto es idóneo cualquier labio
del necio que halla en maldecir dulzura;


da otro ejemplo mejor como hace el sabio,
que si escribir no puedes con cordura,
desprecio y risa premiarán tu agravio.

sábado, 2 de marzo de 2013

CÁDIZ








CÁDIZ
Para María Paz y Manolo

Después de tanto tiempo, vastas edades,
siglos, migraciones allí sorprendidas
frente al vocerío de las aguas sin límite
y asentadas en su espera
hasta confundirse con el polvo calcáreo,
hasta no dejar otra huella que sus muertos
vestidos con abigarrados ornamentos
de origen incierto, escarabajos egipcios,
pomos con ungüentos fenicios,
armas de la Hélade, coronas etruscas,
después de tales cosas, la piedra
ha venido a ser una presencia
de albas porosidades, laberintos minúsculos,
ruinas de minuciosa pequeñez,
de brevedad sin término,
y así las paredes, los patios, las murallas,
los más secretos rincones, el aire mismo
en su labrada transparencia también
horadado por el tiempo, la luz y sus criaturas.
Y llego a este lugar y sé que desde siempre
ha sido el centro intocado del que manan
mis sueños, la absorta savia
de mis más secretos territorios,
reinos que recorro, solitario destejedor
de sus misterios, señor de la luz que los devora,
herencia sobre la cual los hombres
no tienen ni la más leve noticia,
ni la menor parcela de dominio.
Y en el patio donde jugaron mis abuelos,
con su pozo modesto y sus altos muros
labrados como madréporas sin edad,
en la casa de la calle de Capuchinos
me ha sido revelada de nuevo y para siempre
la oculta cifra de mi nombre,
el secreto de mi sangre, la voz de los míos.
Yo nombro ahora este puerto que el sol
y la sal edificaron para ganarle al tiempo
una extensa porción de sus comarcas
y digo Cádiz para poner en regla mi vigilia
para que nada ni nadie intente en vano
desheredarme una vez más de lo que sido
“el reino que estaba para mí”.

viernes, 1 de marzo de 2013

Biblioteca particular



Biblioteca particular
(Jack London, The Sea-Wolf)


Comparecen los libros en lugares
anómalos, se juntan
con indolente asimetría:
un tropel
de vestigios locuaces,
pendencieros, irresolutos, lerdos.
He pugnado con ellos
durante muchos años: los he visto nacer,
durar, languidecer. Han resistido
intemperies, saqueos, turbamultas.
Algunos llevan dentro
la ponderada prueba de mi envidia,
los más el distintivo
incorregible de la decepción.
Mi error fue abrir un día un libro.

jueves, 28 de febrero de 2013

A lo lejos,el Luar





[A LO LEJOS EL LUAR]

A lo lejos, el luar,
En el río una vela,
Serena al pasar,
¿Qué me revela?
Yo no sé, mas mi ser
Se me torna ajeno
Y sueño sin ver
Los sueños que tengo.
¿Qué angustia me enlaza?
¿Qué amor no se dice?
Es la vela que pasa
En la noche que sigue.


miércoles, 27 de febrero de 2013

EL HOMBRE DE LAS MARACAS






EL HOMBRE DE LAS MARACAS
A mi buen criterio de niña remito
que no me gustaron nunca los angelitos negros
ni las muñequitas lindas.
Y carecía de total relevancia,
ai las gardenias se morían o no
entre la plata de una pitillera
con iniciales, de un hombre
con fijador y esmoquin,
y la mirada carente de ternura
de una imitadora de la Garbo.

Por lo tanto, Antonio Machin,
estaba reducido al son cubano
de los cucuruchos de maní
y a la camarera aquella.
Seguramente de carne rosa,
que bebía cerveza junto a su corazón
y le servía tragos de ron como si nada

martes, 26 de febrero de 2013

El reino de los beodos


El reino de los beodos


Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
-Ninguno cate el vino.-
Con júbilo el mas loco
aplaudióse la ley, por costar póco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañado que el pueblo no la entienda.
El Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: Ninguno cate el vino,
añadió, blanco, al parecer, con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.
Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
-Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto,-
les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
Tercera vez burlado,
- dijo el Senado;
< o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohibe mezclar vino con vino>-
Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeis que luégo lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de ese modo al cesar dió un manifiesto:
La ley es red, en la que siempre se halla
descompuesta una malla,
por donde el ruín que en su razón no fía,
se evade suspicaz...
¡Qué bien decía!
Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala.

lunes, 25 de febrero de 2013

A Rosa II




II

Mas no, que pronto con eterna liga
para siempre mi bien, a ti enlazado
teniéndome a tus pies arrodillado,
me oirás hermosa, sin cesar decir:

A ti mujer, la de cabellos blondos,
de tez de raso, de inspirada frente,
la de ojos lindos, la de boca riente
a ti te amo, no más, no más a ti.

A ti tan fina como bucle de ángel,
tan blanca como hielo de Apenino,
hermosa cual topacio golcondino,
a ti te amo, no más, no más a ti.

A ti, mujer tan noble como el mártir,
a ti más tierno que de alondra el canto,
a ti más pura que del niño el llanto,
a ti te amo, no más, no más a ti.

domingo, 24 de febrero de 2013

A ROSA






A ROSA
A tu lado yo siento, Rosa mía,
que tenemos los dos un alma sola;
si probara una gota de ambrosía
suspendida en tus labios de amapola,

A Dios le pido que mi pobre estrella
alumbre un porvenir de venturanza,
y que siempre resbale tras tus huellas
la inmaculada luz de la esperanza.

Ojalá que en tu senda sin abrojos
nunca el llanto humedezca tu mejilla
ni el brillo apague de tus lindos ojos
donde mi cielo de ventura brilla.

Porque tu goce mi tormento calma
y con tu pena el corazón me hieres;
padece mi alma si padece tu alma,
y soy dichoso si dichosa eres.

Que mi vida, mujer, mi vida entera
se halla en tal grado con la tuya unida,
que la temible muerte no pudiera
arrebatar tu vida sin mi vida.

Te amo, Rosa, como nunca he amado;
a tus pies encadeno mi destino,
y a tu amor es final abrillantado
que encendiera el Señor en su camino.

Tu mirada tiernísima concluye
de mi penar intenso la violencia,
que tú eres el iris que destruye
la horrible tempestad de mi existencia.

A tu lado la dicha me sofoca,
y mi ser se estremece de contento
cuando mi nombre de tu linda boca
embalsamado sale con tu aliento.

Y yo Rosa, te encuentro tan divina,
que un ángel envidiara tus hechizos,
tan pura como el aura vespertina,
jugando de las olas con los rizos.

Eres tú la ilusión de mis amores
y la diosa de mi alma enamorada,
isla preciosa de benditas flores
en un mar de pureza colocada.

Ensueño sacrosanto de ternura,
mi grande aspiración es poseerte;
si se agita la flor de mi ventura
el desengaño me dará la muerte.

sábado, 23 de febrero de 2013

A UNA RAMERA







A UNA RAMERA
Mujer preciosa para el bien nacida,
Mujer preciosa por mi mal hallada,
Perla del solio del Señor caída
Y en albañal inmundo sepultada;
Cándida rosa en el Edén crecida
Y por manos infames deshojada;
Cisne de cuello alabastrino y blando
En indecente bacanal cantando.

II

Objeto vil de mi pasión sublime,
Ramera infame a quien el alma adora.
¿Por qué el Dios ha colocado, dime,
el candor en tu faz engañadora?
¿Por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si hay en tu corazón lodo y veneno?

III

Copa de bendición de llanto llena,
Do el crimen su ponzoña ha derramado;
Ángel que el cielo abandonó sin pena,
Y en brazos del demonio ha entregado;
Mujer más pura que la luz serena,
Más negra que la sombra del pecado,
Oye y perdona si al cantarte lloro;
Porque, ángel o demonio, yo te adoro.

IV

Por la senda del mundo yo vagaba
Indiferente en medio de los seres;
De la virtud y el vicio me burlaba;
Me reí del amor de las mujeres,
Que amar a una mujer nunca pensaba;
Y hastiado de pesares y placeres
Siempre vivió con el amor en guerra
Mi ya gastado corazón de tierra.

V

Pero te vi… te vi… ¡Maldita hora
En que te vi, mujer! Dejaste herida
A mi alma que te adora, como adora
El alma que de llanto está nutrida.
Horrible sufrimiento me devora,
Que hiciste la desgracia de mi vida.
Mas dolor tan inmenso, tan profundo,
No lo cambio, mujer, por todo el mundo.

VI

¿Eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una herida mal cerrada?
¿Eres un ángel que mandó el Eterno
a velar mi existencia infortunada?
¿Este amor tan ardiente, tan interno,
me enaltece, mujer, o me degrada?
No lo sé… no lo sé… yo pierdo el juicio.
¿Eres el vicio tú? … ¡Adoro el vicio!.

VII

¡Ámame tú también! Seré tu esclavo,
tu pobre perro que doquier te siga.
Seré feliz si con mi sangre lavo
Tu huella, aunque al seguirte me persiga
Ridículo y deshonra; al cabo, al cabo,
Nada me importa lo que el mundo diga.
Nada me importa tu manchada historia
Si a través de tus ojos veo la gloria.

VIII

Yo mendigo, mujer, y tú ramera,
Descalzos por el mundo marcharemos.
Que el mundo nos desprecie cuando quiera,
En nuestro amor un mundo encontraremos.
Y si horrible miseria nos espera,
Ni de un rey por el otro la daremos;
Que cubiertos de andrajos asquerosos,
Dos corazones latirán dichosos.

IX

Un calvario maldito hallé en la vida
En el que mis creencias expiraron,
Y al abrirme los hombres una herida,
De odio profundo el alma me llenaron.
Por eso el alma de rencor henchida
Odia lo que ellos aman, lo que amaron,
Y a ti sola, mujer, a ti yo entrego
Todo ese amor que a los mortales niego.

X

Porque nací, mujer, para adorarte
Y la vida sin ti me es fastidiosa,
Que mi único placer es contemplarte,
Aunque tú halles mi pasión odiosa,
Yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.
Ojalá que tuviera alguna cosa
Más que la vida y el honor más cara,
Y por ti sin violencia la inmolara.

XI

Sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto!
Sus pechos mi niñez alimentaron,
Y mi sed apagó su tierno llanto,
Y sus vigilias hombre me formaron.
A ese ángel para mí tan santo,
Última fe de creencias que pasaron,
A ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!,
Olvido por tu amor… ¡loca ramera!

XII

Sé que tu amor no me dará placer,
Se que burlas mis grandes sacrificios.
Eres tú la más vil de las mujeres;
Conozco tu maldad, tus artificios.
Pero te amo, mujer, te amo como eres;
Amo tu perversión, amo tus vicios.
Y aunque maldigo el fuego en que me inflamo,
Mientras más vil te encuentro, más te amo.


XIII

Quiero besar tu planta a cada instante,
Morir contigo de placer beodo;
Porque es tuya mi mente delirante,
Y tuyo es mi corazón de lodo.
Yo que soy en amores inconstante,
Hoy me siento por ti capaz de todo.
Por ti será mi corazón do imperas,
Virtuoso, criminal, lo que tú quieras.

XIV

Yo me siento con fuerza muy sobrada,
Y hasta un niño me vence sin empeño.
¿Soy águila que duerme encadenada,
o vil gusano que titán me sueño?
Yo no sé si soy mucho, o si soy nada;
Si soy átomo grande o dios pequeño;
Pero gusano o dios, débil o fuerte,
Sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.

XV

No me importa lo que eres, lo que has sido,
Porque en vez de razón para juzgarte,
Yo sólo tengo de ternura henchido
Gigante corazón para adorarte.
Seré tu redención, seré tu olvido,
Y de ese fango vil vendré a sacarte.
Que si los vicios en tu ser se imprimen
Mi pasión es más grande que tu crimen.

XVI

Es tu amor nada más lo que ambiciono,
Con tu imagen soñando me desvelo;
De tu voz con el eco me emociono,
Y por darte la dicha que yo anhelo
Si fuera rey, te regalara un trono;
Si fuera Dios, te regalara un cielo.
Y si Dios de ese Dios tan grande fuera,
Me arrojara a tus plantas ¡vil ramera!

viernes, 22 de febrero de 2013

PLEGARÍA DE CARNAVAL



PLEGARÍA DE CARNAVAL

¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.

Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.

Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.

En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.

Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.

jueves, 21 de febrero de 2013

La vaca ciega




En los troncos topando de cabeza,
hacia el agua avanzando vagorosa,
del todo sola va la vaca. Es ciega.
De una pedrada harto certera un ojo
le ha deshecho el boyero, y en el otro
se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.
Va a abrevarse a la fuente que solía,
mas no cual otras veces con firmeza,
ni con sus compañeras, sino sola.
Sus hermanas por lomas y cañadas,
por silencio de prados y riberas,
hacen sonar la esquila mientras pastan
hierba fresca al azar. Ella caería.
Topa de morro en la gastada pila,
afrentada se arredra, pero torna,
dobla la frente al agua y bebe en calma.
Poco y casi sin sed; después levanta
al cielo enorme la testuz cornuda
con gesto de tragedia; parpadea
sobre las muertas niñas, y se vuelve,
bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,
por sendas que no olvida, vacilando,
blandiendo en languidez la larga cola.


Versión de Miguel de Unamuno

miércoles, 20 de febrero de 2013

EL QUE SUBIÓ POR SENDAS NUNCA USADAS








«Este soneto hice a la muerte de Fernando de Herrera; y, para entender el primer cuarteto, advierto que él celebraba en sus versos a una señora debajo deste nombre de Luz. Creo que es de los buenos que he hecho en mi vida»



El que subió por sendas nunca usadas
del sacro monte a la más alta cumbre;
el que a una Luz se hizo todo lumbre
y lágrimas, en dulce voz cantadas;

el que con culta vena las sagradas
de Helicón y Pirene en muchedumbre
(libre de toda humana pesadumbre)
bebió y dejó en divinas transformadas;

aquél a quien invidia tuvo Apolo
porque, a par de su Luz, tiene su fama
de donde nace a donde muere el día:

el agradable al cielo, al suelo solo,
vuelto en ceniza de su ardiente llama,
yace debajo desta losa fría.

martes, 19 de febrero de 2013

EXILIO




a Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel, 
sin edad, 
sin muerte en qué vivirme, 
sin piedad por mi nombre 
ni por mis huesos que lloran vagando. 

¿Y quién no tiene un amor? 
¿Y quién no goza entre amapolas? 
¿Y quién no posee un fuego, una muerte, 
un miedo, algo horrible, 
aunque fuere con plumas 
aunque fuere con sonrisas? 

Siniestro delirio amar una sombra. 
La sombra no muere. 
Y mi amor 
sólo abraza a lo que fluye 
como lava del infierno: 
una logia callada, 
fantasmas en dulce erección, 
sacerdotes de espuma, 
y sobre todo ángeles, 
ámgeles bellos como cuchillos 
que se elevan en la noche 
y devastan la esperanza.