Compadre, yo no le pido
mayormente caridad, pero sí que a mi marido le dé la oportunidad. La guitarra tiene rota pero en bombo canta igual. Si tuviera un par de botas lo vería zapatear. Pa’l machete era machazo pero el ingenio cerró. De conchabo no hubo caso en todo el alrededor. Vendimos la taperita, la chiva y hasta el telar y así con cinco guagüitas en tren a la Capital. Resulta que una sobrina nos brinda acomodación pero siete en la cocina requiere retribución. Mi marido se levanta y de changa en changa va. Si el trabajo no le aguanta será por fatalidá’. Aunque es mozo bien plantado y de regular altor nadie le presta cuidado para artista del folclor. Y aquí estamos dagüeltando mal que bien y bien que mal hasta que llegue ese cuando lo llamen de un festival. |
viernes, 8 de marzo de 2013
jueves, 7 de marzo de 2013
A CÁDIZ
Tras navegación penosa
por una mar alterada te presentaste a mis ojos, lucero de las Españas! Y a la claridad dudosa que vierte en pos la alborada me pareciste salida improviso de las aguas. ¡Salud, plantel de recuerdos, antemural de la patria, salud, oh Cádiz famosa por tu brío y por tus damas! De Santa Cruz de Tinerfe al alejarme, vagaban por mi ardiente fantasía tus sombras tornasoladas; esa rica vestidura con que te ciñó la fama, y que tiendes en las olas, cual si fueras su sultana. Al verte sentí el influjo que ejerces sobre las almas, y absorto quedé mirando mi ilusión ya realizada... ¡Oh, qué bella al navegante te muestras, Cádiz la clara, en el perfil del Océano adormida, recostada! Quién te cree una Nereida; quién se figura una maga; quién la diosa del combate ve en ti, Cádiz la bizarra; quién a Venus en la mente con su séquito de gracias se forja, cual tú nacida de las espumas rizadas... Pero yo que allá dejé de Santa Cruz en las playas hijos y esposa... pedazos del corazón... ¡Oh gitana! Yo te contemplé a la lumbre de la aurora nacarada, no cual la diosa de amores, no cual deidad de las armas, mas sí como tierna amiga que los brazos me alargaba, para reponer mis fuerzas por el viaje quebrantadas. ¡Bendita seas!... En breve de peregrino la marcha volveré a emprender, dejando, como dejé las Canarias, tus paseos concurridos, tus hermosuras galanas, tus flores, tu argentería, tus balcones, tus murallas... Pero en Sevilla... la perla de Andalucía nombrada, en Madrid... donde la corte esparce todas sus galas, do quier que el paso dirija, do quier fije mis miradas, recordaré tus hechizos, ciudad, hija de las aguas, y bendeciré de nuevo tus brisas hospitalarias! Cádiz, Junio de 1851. |
miércoles, 6 de marzo de 2013
A ERNESTO
Quis tam patiens ut teneat se?
(JUVENAL) Déjame, Arnesto, déjame que llore los fieros males de mi patria, deja que su ruïna y perdición lamente; y si no quieres que en el centro obscuro de esta prisión la pena me consuma, déjame al menos que levante el grito contra el desorden; deja que a la tinta mezclando hiel y acíbar, siga indócil mi pluma el vuelo del bufón de Aquino. ¡Oh cuánto rostro veo a mi censura de palidez y de rubor cubierto! Ánimo, amigos, nadie tema, nadie, su punzante aguijón, que yo persigo en mi sátira al vicio, no al vicioso. ¿Y qué querrá decir que en algún verso, encrespada la bilis, tire un rasgo que el vulgo crea que señala a Alcinda, la que olvidando su orgullosa suerte, baja vestida al Prado, cual pudiera una maja, con trueno y rascamoño alta la ropa, erguida la caramba, cubierta de un cendal más transparente que su intención, a ojeadas y meneos la turba de los tontos concitando? ¿Podrá sentir que un dedo malicioso, apuntando este verso, la señale? Ya la notoriedad es el más noble atributo del vicio, y nuestras Julias, más que ser malas, quieren parecerlo. Hubo un tiempo en que andaba la modestia dorando los delitos; hubo un tiempo en que el recato tímido cubría la fealdad del vicio; pero huyóse el pudor a vivir en las cabañas. Con él huyeron los dichosos días, que ya no volverán; huyó aquel siglo en que aun las necias burlas de un marido las Bascuñanas crédulas tragaban; mas hoy Alcinda desayuna al suyo con ruedas de molino; triunfa, gasta, pasa saltando las eternas noches del crudo enero, y cuando el sol tardío rompe el oriente, admírala golpeando, cual si fuese una extraña, al propio quicio. Entra barriendo con la undosa falda la alfombra; aquí y allí cintas y plumas del enorme tocado siembra, y sigue con débil paso soñolienta y mustia, yendo aún Fabio de su mano asido, hasta la alcoba, donde a pierna suelta ronca el cornudo y sueña que es dichoso. Ni el sudor frío, ni el hedor, ni el rancio eructo le perturban. A su hora despierta el necio; silencioso deja la profanada holanda, y guarda atento a su asesina el sueño mal seguro. ¡Cuántas, oh Alcinda, a la coyunda uncidas tu suerte envidian! ¡Cuántas de Himeneo buscan el yugo por lograr tu suerte, y sin que invoquen la razón, ni pese su corazón los méritos del novio, el sí pronuncian y la mano alargan al primero que llega! ¡Qué de males esta maldita ceguedad no aborta! Veo apagadas las nupciales teas por la discordia con infame soplo al pie del mismo altar, y en el tumulto, brindis y vivas de la tornaboda, una indiscreta lágrima predice guerras y oprobrios a los mal unidos. Veo por mano temeraria roto el velo conyugal, y que corriendo con la impudente frente levantada, va el adulterio de una casa en otra. Zumba, festeja, ríe, y descarado canta sus triunfos, que tal vez celebra un necio esposo, y tal del hombre honrado hieren con dardo penetrante el pecho, su vida abrevian, y en la negra tumba su error, su afrenta y su despecho esconden. ¡Oh viles almas! ¡Oh virtud! ¡Oh leyes! ¡Oh pundonor mortífero! ¿Qué causa te hizo fiar a guardas tan infieles tan preciado tesoro? ¿Quién, oh Temis, tu brazo sobornó? Le mueves cruda contra las tristes víctimas, que arrastra la desnudez o el desamparo al vicio; contra la débil huérfana, del hambre y del oro acosada, o al halago, la seducción y el tierno amor rendida; la expilas, la deshonras, la condenas a incierta y dura reclusión. ¡Y en tanto ves indolente en los dorados techos cobijado el desorden, o le sufres salir en triunfo por las anchas plazas, la virtud y el honor escarneciendo! ¡Oh infamia! ¡Oh siglo! ¡Oh corrupción! Matronas castellanas, ¿quién pudo vuestro claro pundonor eclipsar? ¿Quién de Lucrecias en Lais os volvió? ¿Ni el proceloso océano, ni lleno de peligros, el Lilibeo, ni las arduas cumbres de Pirene pudieron guareceros de contagio fatal? Zarpa, preñada de oro, la nao gaditana, aporta a las orillas gálicas, y vuelve llena de objetos fútiles y vanos; y entre los signos de extranjera pompa ponzoña esconde y corrupción, compradas con el sudor de las iberas frentes. Y tú, mísera España, tú la esperas sobre la playa, y con afán recoges la pestilente carga y la repartes alegre entre tus hijos. Viles plumas, gasas y cintas, flores y penachos, te trae en cambio de la sangre tuya, de tu sangre ¡oh baldón! y acaso, acaso de tu virtud y honestidad. Repara cuál la liviana juventud los busca. Mira cuál va con ellos engreída la imprudente doncella; su cabeza, cual nave real en triunfo empavesada, vana presenta del favonio al soplo la mies de plumas y de agrones y anda loca, buscando en la lisonja el premio de su indiscreto afán. ¡Ay triste, guarte, guarte, que está cercano el precipicio! El astuto amador ya en asechanza te atisba y sigue con lascivos ojos; la educación y la caricia el lazo te van a armar, do caerás incauta, en él tu oprobrio y perdición hallando. ¡Ay, cuánto, cuánto de amargura y lloro te costarán tus galas! ¡Cuán tardío será y estéril tu arrepentimiento! Ya ni el rico Brasil, ni las cavernas del nunca exhausto Potosí nos bastan a saciar el hidrópico deseo, la ansiosa sed de vanidad y pompa. Todo lo agotan: cuesta un sombrerillo lo que antes un estado; y se consume en un festín la dote de una infanta. Todo lo tragan; la riqueza unida va a la indigencia; pide y pordiosea el noble, engaña, empeña, malbarata, quiebra y perece, y el logrero goza los pingües patrimonios, premio un día del generoso afán de altos abuelos. ¡Oh ultraje! ¡Oh mengua! Todo se trafica: Parentesco, amistad, favor, influjo, y hasta el honor, depósito sagrado, o se vende o se compra. Y tú, Belleza, don el más grato que dio al hombre el cielo, no eres ya premio del valor, ni paga del peregrino ingenio; la florida juventud, la ternura, el rendimiento del constante amador ya no te alcanzan. Ya ni te das al corazón, ni sabes de él recibir adoración y ofrendas. Ríndeste al oro. La vejez hedionda, la sucia palidez, la faz adusta, fiera y terrible, con igual derecho vienen sin susto a negociar contigo. Daste al barato, y tu rosada frente, tus suaves besos y sus dulces brazos, corona un tiempo del amor más puro, son ya una vil y torpe mercancía. |
martes, 5 de marzo de 2013
ÚLTIMA SOLEDAD
ÚLTIMA SOLEDAD
Para la pintura de Jesús María Lazkano
Tal vez como si nunca hubiera estado allí.
Tal vez como si no se hubiera ido de allí.
Testigo del naufragio, de todos los naufragios.
Miró sobre los días nevascas y aluviones,
Inciertos sinclinales, tal vez como si nunca,
tal vez como si no, cantiles que alcanzaron
la estatura del miedo, la luz aquilatada,
ciudades irreales: la tuya, Vinogrado
de los muelles tendidos al viento del dolor.
Tal vez como si nunca hubiera estado allí,
tal vez como si nunca, tal vez como si siempre,
tal vez como si no, como si dulcemente
muriéramos de pronto en un naufragio gris.
Fábricas erigidas sobre la tierra yerma,
sobre la nieve cándida el fuego convertido,
tal vez como si siempre hubiese sido así,
en aire polvoriento, el aire en agua tersa,
y la ausencia del hombre en tiempo irredimible.
lunes, 4 de marzo de 2013
A GARCILASO
Cisnes de Betis que en su gran ribera,
las divinas canciones entonando, volvéis el triste invierno en primavera; y cuando el aura dulce está espirando soléis ir con templado movimiento, sublimes por las ondas paseando; pues recebís de Apolo el sacro aliento y de las musas sois favorecidos, trocad la voz en lamentable acento. |
domingo, 3 de marzo de 2013
A MIS CRÍTICOS
Ardiendo, Zoilo, en cólera inclemente,
contra mis versos, dicen que te irritas, y que siempre frenético vomitas de injuriosos dicterios un torrente: Serena, Zoilo, la arrugada frente, que se aumente tu mal cuanto más gritas; y ese excesivo ardor con que te agitas es de tu frenesí prueba evidente. No en criticar consiste la cultura, que para esto es idóneo cualquier labio del necio que halla en maldecir dulzura; da otro ejemplo mejor como hace el sabio, que si escribir no puedes con cordura, desprecio y risa premiarán tu agravio. |
sábado, 2 de marzo de 2013
CÁDIZ
CÁDIZ |
Para María Paz y Manolo
Después de tanto tiempo, vastas edades, siglos, migraciones allí sorprendidas frente al vocerío de las aguas sin límite y asentadas en su espera hasta confundirse con el polvo calcáreo, hasta no dejar otra huella que sus muertos vestidos con abigarrados ornamentos de origen incierto, escarabajos egipcios, pomos con ungüentos fenicios, armas de la Hélade, coronas etruscas, después de tales cosas, la piedra ha venido a ser una presencia de albas porosidades, laberintos minúsculos, ruinas de minuciosa pequeñez, de brevedad sin término, y así las paredes, los patios, las murallas, los más secretos rincones, el aire mismo en su labrada transparencia también horadado por el tiempo, la luz y sus criaturas. Y llego a este lugar y sé que desde siempre ha sido el centro intocado del que manan mis sueños, la absorta savia de mis más secretos territorios, reinos que recorro, solitario destejedor de sus misterios, señor de la luz que los devora, herencia sobre la cual los hombres no tienen ni la más leve noticia, ni la menor parcela de dominio. Y en el patio donde jugaron mis abuelos, con su pozo modesto y sus altos muros labrados como madréporas sin edad, en la casa de la calle de Capuchinos me ha sido revelada de nuevo y para siempre la oculta cifra de mi nombre, el secreto de mi sangre, la voz de los míos. Yo nombro ahora este puerto que el sol y la sal edificaron para ganarle al tiempo una extensa porción de sus comarcas y digo Cádiz para poner en regla mi vigilia para que nada ni nadie intente en vano desheredarme una vez más de lo que sido “el reino que estaba para mí”. |
viernes, 1 de marzo de 2013
Biblioteca particular
Biblioteca particular
(Jack London, The Sea-Wolf)
Comparecen los libros en lugares
anómalos, se juntan
con indolente asimetría:
un tropel
de vestigios locuaces,
pendencieros, irresolutos, lerdos.
He pugnado con ellos
durante muchos años: los he visto nacer,
durar, languidecer. Han resistido
intemperies, saqueos, turbamultas.
Algunos llevan dentro
la ponderada prueba de mi envidia,
los más el distintivo
incorregible de la decepción.
Mi error fue abrir un día un libro.
jueves, 28 de febrero de 2013
A lo lejos,el Luar
A lo lejos, el luar,
En el río una vela,
Serena al pasar,
¿Qué me revela?
Yo no sé, mas mi ser
Se me torna ajeno
Y sueño sin ver
Los sueños que tengo.
Se me torna ajeno
Y sueño sin ver
Los sueños que tengo.
¿Qué angustia me enlaza?
¿Qué amor no se dice?
Es la vela que pasa
En la noche que sigue.
¿Qué amor no se dice?
Es la vela que pasa
En la noche que sigue.
miércoles, 27 de febrero de 2013
EL HOMBRE DE LAS MARACAS
EL HOMBRE DE LAS MARACAS |
A mi buen criterio de niña remito
que no me gustaron nunca los angelitos negros ni las muñequitas lindas. Y carecía de total relevancia, ai las gardenias se morían o no entre la plata de una pitillera con iniciales, de un hombre con fijador y esmoquin, y la mirada carente de ternura de una imitadora de la Garbo. Por lo tanto, Antonio Machin, estaba reducido al son cubano de los cucuruchos de maní y a la camarera aquella. Seguramente de carne rosa, que bebía cerveza junto a su corazón y le servía tragos de ron como si nada |
martes, 26 de febrero de 2013
El reino de los beodos
El reino de los beodos
Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
-Ninguno cate el vino.-
Con júbilo el mas loco
aplaudióse la ley, por costar póco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañado que el pueblo no la entienda.
El Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: Ninguno cate el vino,
añadió, blanco, al parecer, con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.
Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
-Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto,- les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
Tercera vez burlado,
-
< o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohibe mezclar vino con vino>-
Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeis que luégo lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de ese modo al cesar dió un manifiesto:
La ley es red, en la que siempre se halla
descompuesta una malla,
por donde el ruín que en su razón no fía,
se evade suspicaz... ¡Qué bien decía!
Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala.
lunes, 25 de febrero de 2013
A Rosa II
II
Mas no, que pronto con eterna liga
para siempre mi bien, a ti enlazado
teniéndome a tus pies arrodillado,
me oirás hermosa, sin cesar decir:
A ti mujer, la de cabellos blondos,
de tez de raso, de inspirada frente,
la de ojos lindos, la de boca riente
a ti te amo, no más, no más a ti.
A ti tan fina como bucle de ángel,
tan blanca como hielo de Apenino,
hermosa cual topacio golcondino,
a ti te amo, no más, no más a ti.
A ti, mujer tan noble como el mártir,
a ti más tierno que de alondra el canto,
a ti más pura que del niño el llanto,
a ti te amo, no más, no más a ti.
domingo, 24 de febrero de 2013
A ROSA
A ROSA |
A tu lado yo siento, Rosa mía,
que tenemos los dos un alma sola; si probara una gota de ambrosía suspendida en tus labios de amapola, A Dios le pido que mi pobre estrella alumbre un porvenir de venturanza, y que siempre resbale tras tus huellas la inmaculada luz de la esperanza. Ojalá que en tu senda sin abrojos nunca el llanto humedezca tu mejilla ni el brillo apague de tus lindos ojos donde mi cielo de ventura brilla. Porque tu goce mi tormento calma y con tu pena el corazón me hieres; padece mi alma si padece tu alma, y soy dichoso si dichosa eres. Que mi vida, mujer, mi vida entera se halla en tal grado con la tuya unida, que la temible muerte no pudiera arrebatar tu vida sin mi vida. Te amo, Rosa, como nunca he amado; a tus pies encadeno mi destino, y a tu amor es final abrillantado que encendiera el Señor en su camino. Tu mirada tiernísima concluye de mi penar intenso la violencia, que tú eres el iris que destruye la horrible tempestad de mi existencia. A tu lado la dicha me sofoca, y mi ser se estremece de contento cuando mi nombre de tu linda boca embalsamado sale con tu aliento. Y yo Rosa, te encuentro tan divina, que un ángel envidiara tus hechizos, tan pura como el aura vespertina, jugando de las olas con los rizos. Eres tú la ilusión de mis amores y la diosa de mi alma enamorada, isla preciosa de benditas flores en un mar de pureza colocada. Ensueño sacrosanto de ternura, mi grande aspiración es poseerte; si se agita la flor de mi ventura el desengaño me dará la muerte. |
sábado, 23 de febrero de 2013
A UNA RAMERA
A UNA RAMERA |
Mujer preciosa para el bien nacida,
Mujer preciosa por mi mal hallada, Perla del solio del Señor caída Y en albañal inmundo sepultada; Cándida rosa en el Edén crecida Y por manos infames deshojada; Cisne de cuello alabastrino y blando En indecente bacanal cantando. II Objeto vil de mi pasión sublime, Ramera infame a quien el alma adora. ¿Por qué el Dios ha colocado, dime, el candor en tu faz engañadora? ¿Por qué el reflejo de su gloria imprime en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora hechizos mil en tu redondo seno, si hay en tu corazón lodo y veneno? III Copa de bendición de llanto llena, Do el crimen su ponzoña ha derramado; Ángel que el cielo abandonó sin pena, Y en brazos del demonio ha entregado; Mujer más pura que la luz serena, Más negra que la sombra del pecado, Oye y perdona si al cantarte lloro; Porque, ángel o demonio, yo te adoro. IV Por la senda del mundo yo vagaba Indiferente en medio de los seres; De la virtud y el vicio me burlaba; Me reí del amor de las mujeres, Que amar a una mujer nunca pensaba; Y hastiado de pesares y placeres Siempre vivió con el amor en guerra Mi ya gastado corazón de tierra. V Pero te vi… te vi… ¡Maldita hora En que te vi, mujer! Dejaste herida A mi alma que te adora, como adora El alma que de llanto está nutrida. Horrible sufrimiento me devora, Que hiciste la desgracia de mi vida. Mas dolor tan inmenso, tan profundo, No lo cambio, mujer, por todo el mundo. VI ¿Eres demonio que arrojó el infierno para abrirme una herida mal cerrada? ¿Eres un ángel que mandó el Eterno a velar mi existencia infortunada? ¿Este amor tan ardiente, tan interno, me enaltece, mujer, o me degrada? No lo sé… no lo sé… yo pierdo el juicio. ¿Eres el vicio tú? … ¡Adoro el vicio!. VII ¡Ámame tú también! Seré tu esclavo, tu pobre perro que doquier te siga. Seré feliz si con mi sangre lavo Tu huella, aunque al seguirte me persiga Ridículo y deshonra; al cabo, al cabo, Nada me importa lo que el mundo diga. Nada me importa tu manchada historia Si a través de tus ojos veo la gloria. VIII Yo mendigo, mujer, y tú ramera, Descalzos por el mundo marcharemos. Que el mundo nos desprecie cuando quiera, En nuestro amor un mundo encontraremos. Y si horrible miseria nos espera, Ni de un rey por el otro la daremos; Que cubiertos de andrajos asquerosos, Dos corazones latirán dichosos. IX Un calvario maldito hallé en la vida En el que mis creencias expiraron, Y al abrirme los hombres una herida, De odio profundo el alma me llenaron. Por eso el alma de rencor henchida Odia lo que ellos aman, lo que amaron, Y a ti sola, mujer, a ti yo entrego Todo ese amor que a los mortales niego. X Porque nací, mujer, para adorarte Y la vida sin ti me es fastidiosa, Que mi único placer es contemplarte, Aunque tú halles mi pasión odiosa, Yo, nunca, nunca, dejaré de amarte. Ojalá que tuviera alguna cosa Más que la vida y el honor más cara, Y por ti sin violencia la inmolara. XI Sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto! Sus pechos mi niñez alimentaron, Y mi sed apagó su tierno llanto, Y sus vigilias hombre me formaron. A ese ángel para mí tan santo, Última fe de creencias que pasaron, A ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!, Olvido por tu amor… ¡loca ramera! XII Sé que tu amor no me dará placer, Se que burlas mis grandes sacrificios. Eres tú la más vil de las mujeres; Conozco tu maldad, tus artificios. Pero te amo, mujer, te amo como eres; Amo tu perversión, amo tus vicios. Y aunque maldigo el fuego en que me inflamo, Mientras más vil te encuentro, más te amo. XIII Quiero besar tu planta a cada instante, Morir contigo de placer beodo; Porque es tuya mi mente delirante, Y tuyo es mi corazón de lodo. Yo que soy en amores inconstante, Hoy me siento por ti capaz de todo. Por ti será mi corazón do imperas, Virtuoso, criminal, lo que tú quieras. XIV Yo me siento con fuerza muy sobrada, Y hasta un niño me vence sin empeño. ¿Soy águila que duerme encadenada, o vil gusano que titán me sueño? Yo no sé si soy mucho, o si soy nada; Si soy átomo grande o dios pequeño; Pero gusano o dios, débil o fuerte, Sólo sé que soy tuyo hasta la muerte. XV No me importa lo que eres, lo que has sido, Porque en vez de razón para juzgarte, Yo sólo tengo de ternura henchido Gigante corazón para adorarte. Seré tu redención, seré tu olvido, Y de ese fango vil vendré a sacarte. Que si los vicios en tu ser se imprimen Mi pasión es más grande que tu crimen. XVI Es tu amor nada más lo que ambiciono, Con tu imagen soñando me desvelo; De tu voz con el eco me emociono, Y por darte la dicha que yo anhelo Si fuera rey, te regalara un trono; Si fuera Dios, te regalara un cielo. Y si Dios de ese Dios tan grande fuera, Me arrojara a tus plantas ¡vil ramera! |
viernes, 22 de febrero de 2013
PLEGARÍA DE CARNAVAL
PLEGARÍA DE CARNAVAL
¡Oh luna! que diriges como sportwoman sabia
Por zodíacos y eclípticas tu lindo cabriolé:
Bajo la ardiente seda de tu cielo de Arabia
¡Oh luna, buena luna!, quién fuera tu Josué.
Sin cesar encantara tu blancura mi tienda,
Con desnudes tan noble que la agraviara el tul;
Oh extasiado en un pálido antaño de leyenda
Tu integridad de novia perpetuara el azul.
Luna de los ensueños, sobre la tarde lila
Tu oro viejo difunde morosa enfermedad,
Cuando en un solitario confín de mar tranquila,
Sondeas como lúgubre garza la eternidad.
En tu mística nieve baña sus pies María
Tu disco reproduce la mueca de Arlequín,
Crimen y amor componen la hez de tu poesía
Embriagadora y pálida como el vino del Rhin.
Y toda esta alta fama con que elogiando vengo
Tu faz sietemesina de bebé en alcohol,
Los siglos te la cuentan como ilustre abolengo,
Porque tú eres, oh luna, la máscara del sol.
jueves, 21 de febrero de 2013
La vaca ciega
En los troncos topando de cabeza,
hacia el agua avanzando vagorosa,
del todo sola va la vaca. Es ciega.
De una pedrada harto certera un ojo
le ha deshecho el boyero, y en el otro
se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.
Va a abrevarse a la fuente que solía,
mas no cual otras veces con firmeza,
ni con sus compañeras, sino sola.
Sus hermanas por lomas y cañadas,
por silencio de prados y riberas,
hacen sonar la esquila mientras pastan
hierba fresca al azar. Ella caería.
Topa de morro en la gastada pila,
afrentada se arredra, pero torna,
dobla la frente al agua y bebe en calma.
Poco y casi sin sed; después levanta
al cielo enorme la testuz cornuda
con gesto de tragedia; parpadea
sobre las muertas niñas, y se vuelve,
bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,
por sendas que no olvida, vacilando,
blandiendo en languidez la larga cola.
Versión de Miguel de Unamuno
miércoles, 20 de febrero de 2013
EL QUE SUBIÓ POR SENDAS NUNCA USADAS
«Este soneto hice a la muerte de Fernando de Herrera; y, para entender el primer cuarteto, advierto que él celebraba en sus versos a una señora debajo deste nombre de Luz. Creo que es de los buenos que he hecho en mi vida»
El que subió por sendas nunca usadas
del sacro monte a la más alta cumbre;
el que a una Luz se hizo todo lumbre
y lágrimas, en dulce voz cantadas;
el que con culta vena las sagradas
de Helicón y Pirene en muchedumbre
(libre de toda humana pesadumbre)
bebió y dejó en divinas transformadas;
aquél a quien invidia tuvo Apolo
porque, a par de su Luz, tiene su fama
de donde nace a donde muere el día:
el agradable al cielo, al suelo solo,
vuelto en ceniza de su ardiente llama,
yace debajo desta losa fría.
martes, 19 de febrero de 2013
EXILIO
a Raúl Gustavo Aguirre
Esta manía de saberme ángel, sin edad, sin muerte en qué vivirme, sin piedad por mi nombre ni por mis huesos que lloran vagando. ¿Y quién no tiene un amor? ¿Y quién no goza entre amapolas? ¿Y quién no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible, aunque fuere con plumas aunque fuere con sonrisas? Siniestro delirio amar una sombra. La sombra no muere. Y mi amor sólo abraza a lo que fluye como lava del infierno: una logia callada, fantasmas en dulce erección, sacerdotes de espuma, y sobre todo ángeles, ámgeles bellos como cuchillos que se elevan en la noche y devastan la esperanza. |
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