EL HOMBRE DE LAS MARACAS |
A mi buen criterio de niña remito
que no me gustaron nunca los angelitos negros ni las muñequitas lindas. Y carecía de total relevancia, ai las gardenias se morían o no entre la plata de una pitillera con iniciales, de un hombre con fijador y esmoquin, y la mirada carente de ternura de una imitadora de la Garbo. Por lo tanto, Antonio Machin, estaba reducido al son cubano de los cucuruchos de maní y a la camarera aquella. Seguramente de carne rosa, que bebía cerveza junto a su corazón y le servía tragos de ron como si nada |
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