Es difícil decirlo |
A Magdalena
Es difícil decirlo, lo sé con la certeza de un puño que se rompe, del gesto torrencial que une ciertas estrellas. Quiero saber por qué a pesar de todo hay ritmos que se agotan, en qué consiste el agua, la delgadez del mundo y el peso del plomo, o por qué las palabras se han quedado colgando sonámbulas, inútiles, aisladas y perfectas. Es difícil decirlo sin morderse por dentro la sonrisa, sin necesitar la absoluta densidad del cielo. Sin pedir a gritos un horizonte de agua que nos transmita dulcemente. A veces extenderse es tan sólo tocar un mundo que no arde, o un conjunto de dioses que interpretan su música de vidrio sonando eternamente a girasol ya piedra. Tu explosión necesaria, tu pulso original es un acantilado de ternura, un punto de partida donde volver a hundirse hacia tu brevedad de mujer de gato. Porque es inevitable referirte una vez más al agua, a la perfecta serenidad de tus manos abiertas, al geométrico crepúsculo de tus dedos transparentes. Mujer de arcilla y agua, planeta desnudísimo. Lo demás sólo es cielo. Déjame hablar, hundir las lanzas largas de la noche, ser una arquitectura de ceniza. Lo demás sólo es cielo, es inútil el mar contra las cosas, la sal contra las cosas. En las tardes, inevitablemente nos perdemos de tanto perseguir las longitudes, de tanto juntar barro con el barro. No te rompas. Defiende tus espacios, despedaza tu sangre por la tierra. No hay más que cielo detrás de las batallas. También la luz a veces se parte como un hueso. |
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