sábado, 11 de enero de 2014
ESCENA
ESCENA
Después de tanto amor, he salido de caza.
Desnuda estás y quieta, como el sol en su colmo,
llena la cabellera de centeno y de trinos,
al pie de un risco joven, al pie de un joven olmo,
y en ti confluyen todos los ríos y caminos.
Desde lejos te miro, y el sol entre las hojas
deja sobre tu cuerpo arroyos de ebria lava,
hoces negras de sombra, hoces de lenguas rojas,
y eres una tigresa cuando el amor se acaba.
Ya estoy sobre una peña. De lejos adivino
tu silueta ondulante como las cañaveras
y esa joya emboscada donde fermenta el vino
en el fíel puntiagudo de tus recias caderas.
Te mereces el corzo que a mis fauces se brinda,
su corazón cobarde como un álamo chico,
sus ojos nebulosos de mirto y de celinda.
El bosque entero mece su ferviente abanico.
Y el conejo veloz, y la gacela suave,
este nido terrestre de codornices cautas,
las tórtolas parejas y ese niño que sabe
amaestrar los trémolos de los canarios nautas.
Por tu amor abro pechos, corto alientos, desgarro
la perezosa tarde con llantos y alaridos.
Eres bella y esperas sobre un lecho de barro
el fruto de los besos y el fruto de los nidos.
Después de tanto amor he salido de caza,
mientras tú, en el sosiego y a la orilla del río,
ves el álamo frágil que su temblor enlaza
al temblor de ese pájaro, que es todo escalofrío.
(De Tigres en el jardín, 1968)
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