Viene un otoño apenas hilvanado
y una arboleda de papel me cubre; el tiempo del amor se llama octubre, para el dolor cualquiera está indicado. El tiempo, en la pared encuadernado, entre nombres y números se encubre, pero siempre, en enero, se descubre que la broma genial se ha prolongado. Que la broma de siempre va hacia arriba que no puede quedar sólo en espera, en nube más o menos fugitiva. Que llegaré peldaño tras peldaño, que el almanaque es sólo una escalera, una edición de Dios de cada año |
miércoles, 1 de octubre de 2014
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