Me han contado a Europa.
Una y otra vez los buenos peregrinos la sustraen de la noche nevada. Mis queridos indianos entre cenas frugales y tazas de café amargo la deslizan ante mí dibujada en una servilleta allá en París o Rotterdam o en la Praga antigua. Ellos vieron al Giotto de mi alma y al enorme jayán de Brunelleschi contra el cielo de la sin par Florencia. Europa ya me sabe a café amargo y a comidas frugales. Confieso tener un mapa de Pompeya y una foto autografiada de Harold Lloyd que me parece fiable. Muchas veces, durante muchos años me contaron a Europa mientras las cariátides perdían mansamente las narices. |
domingo, 5 de octubre de 2014
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